1. f. Facultad de comprender las cosas instantáneamente, sin necesidad de razonamiento.
2. f. Resultado de intuir.
3. f. coloq. presentimiento.
4. f. Fil. Percepción íntima e instantánea de una idea o una verdad que aparece como evidente a quien la tiene.
¿Lo merece? Tal vez. Está claro que un LIBREA de mano ayuda a cualquier cosa menos a intuir lo que se avecina. Más que nada porque sale con la primera Cruz de guía y entonces ya no hay intuición que valga. Viene, además, con trampa a estas intuiciones (la firmo hoy, día 29 aunque engaño a blogger y la fecho el 28). Pero tenía que estar.
Los horarios. Los comentarios. Los apuntes. Las observaciones, los detalles. Mucho en 60 páginas que, por poco, este año no salen. No había ganas ni dinero. Pero, al final, el providencial sms del amigo E. y "sus pertinentes porfavores, gracias, usías y demás fórmulas de cortesía" han conseguido lo que incluso ayer no era definitivo. L.C. doró bien la píldora también y el empujoncito terminó siendo parto de nuevo. Por octavo año consecutivo.
Releer antiguos LIBREAS es gracioso. Lo es incluso leerlos de nuevas. Un año se nos olvidó poner los horarios siendo un programa de horarios...
. . .
Otro, salieron un Miércoles Santo.
. . .
Pero siempre está la legión fiel y es a esa a la que mi compadre José María me ha convencido que no se puede defraudar. Por eso este año también habrá quien tenga un nuevo LIBREA de mano en sus íbidem. Serán 20 cofrades, 20 de esos que al terminar la Semana Santa se te acercan con anotaciones y palabras subrayadas, con las esquinas dobladas y la portada desgastada. Capillitas que te la piden un mes antes en una esquina. Cofrades de esos que no leen: devoran cada página en busca de lo que les falta y agradecen el esfuerzo ofreciendo de lo que LIBREA carece. Y así cada año son más páginas o, si se mantienen, son más los datos.
L.C., A.S., E.C., E.N.U., etc.
Será el Sábado de Pasión a las trece horas. Cuando finaliza la Misa de nazarenos de la Caridad y en el Hospital hay una calma tensa. Cuando en Santiago hay una extraña actividad y cuando los que quedan fuera se apresuran para comer y en el estómago hay un vacío de siglos porque, para que salga la primera, quedan apenas horas. Será entonces cuando el cierre de una persiana metálica y una sonrisa certifiquen que, ocho años ya, en el bolsillo de la chaqueta, llevamos nuestro particular libro de actas en el que cada año vamos dando fe como secretarios de nuestras tradiciones.
Porque sale en el límite de soles inmisericordes y calles de poca sombra y guiris despistados. Y porque exprime las vísperas con agonía -como nadie ni nada-, recapacito y afirmo que sí merece ser considerada dentro de nuestras intuiciones. Porque incluso hablar en abstracto de ella es síntoma de que llega.
Los horarios. Los comentarios. Los apuntes. Las observaciones, los detalles. Mucho en 60 páginas que, por poco, este año no salen. No había ganas ni dinero. Pero, al final, el providencial sms del amigo E. y "sus pertinentes porfavores, gracias, usías y demás fórmulas de cortesía" han conseguido lo que incluso ayer no era definitivo. L.C. doró bien la píldora también y el empujoncito terminó siendo parto de nuevo. Por octavo año consecutivo.
Releer antiguos LIBREAS es gracioso. Lo es incluso leerlos de nuevas. Un año se nos olvidó poner los horarios siendo un programa de horarios...
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Otro, salieron un Miércoles Santo.
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Pero siempre está la legión fiel y es a esa a la que mi compadre José María me ha convencido que no se puede defraudar. Por eso este año también habrá quien tenga un nuevo LIBREA de mano en sus íbidem. Serán 20 cofrades, 20 de esos que al terminar la Semana Santa se te acercan con anotaciones y palabras subrayadas, con las esquinas dobladas y la portada desgastada. Capillitas que te la piden un mes antes en una esquina. Cofrades de esos que no leen: devoran cada página en busca de lo que les falta y agradecen el esfuerzo ofreciendo de lo que LIBREA carece. Y así cada año son más páginas o, si se mantienen, son más los datos.
L.C., A.S., E.C., E.N.U., etc.
Será el Sábado de Pasión a las trece horas. Cuando finaliza la Misa de nazarenos de la Caridad y en el Hospital hay una calma tensa. Cuando en Santiago hay una extraña actividad y cuando los que quedan fuera se apresuran para comer y en el estómago hay un vacío de siglos porque, para que salga la primera, quedan apenas horas. Será entonces cuando el cierre de una persiana metálica y una sonrisa certifiquen que, ocho años ya, en el bolsillo de la chaqueta, llevamos nuestro particular libro de actas en el que cada año vamos dando fe como secretarios de nuestras tradiciones.
Porque sale en el límite de soles inmisericordes y calles de poca sombra y guiris despistados. Y porque exprime las vísperas con agonía -como nadie ni nada-, recapacito y afirmo que sí merece ser considerada dentro de nuestras intuiciones. Porque incluso hablar en abstracto de ella es síntoma de que llega.