19 de noviembre de 2010

Hondo pese al oropel de la UNESCO


Ahora el gitano se va a quedar sin un Sarkozy que lo persiga, que lo empuje al sur y acabe redomando todo lo que aquí dejaron los moros, los judíos y los franciscanos de las coplas aquellas de su tiempo. No habrá andaluces sin Andalucía ni ventas, catalanes y asturianos que aporten el todo, que se lleven, que se traigan, a los que se les vayan y les vuelvan los cantes. Qué coño. De qué iba a escribir Cansinos Assens lo que escribió con aquello protegido, subvencionado. Qué absurda esa innecesaria protección, ese pretencioso proteccionismo de postal y yenes, que es lo único que entienden de Flamenco por ahí afuera. Con las falsetas cifradas del método de Manuel Granados, por partes, ahora lo mismo en inglés ya que somos como en el himno de Blas Infante: por España y para la Humanidad. Yeah. Y con el Flamenco irán las alpargatas, digo yo, en el lote ese del patrimonio que algunos celebran pero al que yo no le veo la alegría y sí la honda pena. Ay. Para cantarla herido de pecho abierto, con el tópico si se me quiere tachar, de brillo de metales. Los flamencos se tienen que estar riendo del mundo este en el que ya no ajustan cuentas ni se canta como es debido. La venta se les ha quedado desierta y el hermano muerto en la mina. El barreno le tenía que explotar a otros, maldice. Y ahora los gobernadores civiles aquellos que teníamos en Almería y que mandaban detener a flamencos y bailadoras se están riendo a la sombra de una tapia y cal. Con tierra en los zapatos y las polainas blancas de piqué sin suciedad alguna. Con los cafés y las cuchilladas o las tijeretadas que es una puñalada doble de hierro metiéndosete por las tripas. Lo que es el Flamenco como para que vengan a echarle capas que lo dominen. Indómito él, firme como el pulgar en el alzapúa en una seguiriya. Cómo pretenden cambiar el Flamenco a golpe de contracorriente. Precisamente el Flamenco de cuando los niños sin guitarra iban a soñar de beberían gratis cuando fueran mayores y se les ocultaba media falseta porque ese era el pan de los niños de otro y en España no había pan pa tantos. Y entonces para aprender a tocar, bueno, te tenías que sacar tus propias falsetas. Pues ese Flamenco que se hizo grande del compartir a su manera, regalado entre los suyos y cobrado entre los advenedizos con aire de señorito ahora, dicen, que es patrimonio de todos. Y una fú.

A la soleá las olivas que caen se le hunden en la tierra y abren surcos por los que bajan los mineros. Y cantan unos hombres con dientes que son poco en la boca, huecos y muelas, salud que no falte (más) y hambre así como antiguo, que le viene a los surcos, otros, de la cara. Sale el hombre también de la mina de Almería y canta con aspereza. El hombre se había quedado oscuro en el fondo de la mina junto al pico y la barrena. Quizá por eso lloraba desconsolado y más letra ayeada que duele. Eso era lo que bastaba si querías escuchar Flamenco. O ponerte los discos antiguos, esos de Tomás Pavón que luego le viste a tu abuelo hechos casetes y modernos que ahora tienes en mp3. O arrimarte al tranco de una puerta desde la que se escuchaba un canturreo de aperos y canarios o leer las letras tópicas de Machado con su carga que llevan ellas si te dio el gusto literario. O irte a los aljibes si eras de clase social como para ser del Taranto al que nunca fui. O irte al Morato, que tiene una explanada muy hermosa para aparcar. O irte al Brindi cuando en el Brindi se cantaba y se tocaba o los jóvenes Tempranos se hacían allí jueves y sol. O tener amigos que cantaran o tener amigos que tuvieran amigos que cantaban o cantar tú mismo. O tocar. No era necesario más. Bastaba (y, afortunadamente, basta) con bajar por algunas calles a algunas horas aún. Y hasta ahora el Flamenco no había gozado de protección. ¡Si los que necesitan cobertura son los flamencos, no el Flamenco! Me veo al Flamenco sonando en los museos y al flamenco muriendo de hambre en la calle. Más de lo mismo pese al oropel. Mañana El Carrete seguirá vendiendo lotería por los veladores que le quedan al Paseo pese a lo rimbombante de todo. Ay, echa cuentas, a tantos la humanidad, con que unos cuantos me compren todas las semanitas un décimo, ay, la gabela iba a dar pa sueldo de ministro. Pero no. Porque el flamenco/Flamenco no entiende de humanidades. Una fiesta se hace con tres personas: uno baila, otro canta y el otro toca. Ya me olvidaba de los que dicen: ¡Ole!, y tocan palmas (Machado dixit). Así que ahí la humanidad sobra.