Por fin. Ya llegaron los deseados mantecados de Fondón que son mi particular pistoletazo de salida. Con ellos me ha sorprendido esta mañana mi madre y, a partir de ahora, todo conduce a la Gloria. Porque el año se despide y entra de la manera más dulce; ayer con los huesos de santo y hoy con estos mantecados que se prestan al abrazo. Unos mantecados, por cierto, que son como ese nazareno negro de la Caridad que te sorprende al doblar la primera esquina de marzo. Y aunque este año se han adelantado, yo agradezco el más amplio colchón de felicidad que me reportan. A partir de hoy, todo es uno: las Vísperas eternas. Ya está el primero en mi casa. Estaba. Todo lo demás, un precipitar de nostalgia.