8 de marzo de 2007

Como Núñez de Herrera

De pronto, se oyeron unos toquecillos en la puerta del reservado y apareció un tipo disfrazado de Virgen: corona de papeles dorados, lágrimas pegadas al semblante, las manitas con el pañuelo y en el corazón, un puñal -hecho de alambres- atravesado en el compungido pecho. La extraña figura se acercaba pasito a pasito mientras tarareaba una marcha procesional. Ante la insólita aparición, cesaron los sorbos de vino. Habían identificado la mirada miope de la Macarena. Era un disfraz excepcional, el mejor de todos. Eso sí que era una transgresión surrealista: ¡improvisar un besamanos de la Macarena en medio de una cena de vanguardia! ¿Se atreverían a llegar hasta el final del juego?


Hijos del mediodía. Eva Díaz Pérez