Antes fue una perrillica, luego una pesetica y ahora, con lo de la moneda única, nos dejamos de diminutivos mercantiles para pasar a pedir directamente lo que nos interesa: dame pa un cubata.
Las mayas sólo sirven pa sacar dinero. Tanto los improvisados e infantiles atracos a mano armada de la calle de las Tiendas a las preciosas recreaciones escénicas con que la Cena año a año revalida este premio. Y a mi me gustaría que hubiera más de las dos. Pero me parece a mi que voy a tener que disfrutar de este costumbrista atraco bajo mínimos. Lástima. Las Cruces las recuerdo como una época de permitidas transgresiones y florecientes mandiles al amparo de una cocina o una barra. Es la semana ideal para que los más rancios toleren que la disimulada pluma de la sala de cabildos se ponga su mandil y se sienta una más en la cocina. O para que el más destartalado hermano que cubra turno en la barra se deje embellecer por las mujeres. Tradicionalmente, una maya de estas, con bigote, cigarro y cubata en la mano se paseaba por la Cruz del Prendimiento en Martínez Almagro. Y en la plaza de los Burros. Y cuando Pasión llegó, también se pasaba por allí. Qué grandes eran esas mayas de apuntado mostacho y lunar que lo único que hacían era hacer reír o pasar vergüenza si la tomaban contigo. Procaces que no contumaces. Y lo más curioso era (o es) su horario: las tantas. Que esa es una hora mu nuestra, mu de aquí, que lo dice todo sin decir nada.
Este año, por fin he vuelto a ver una maya transgresora y destartalada, eufórica y graciosa a rabiar, de esas que aparecían a las tantas de mi niñez. Afortunadamente todavía hay almerienses con la suficiente vergüenza como para regalarla por unos días. Porque el que no la tiene en todo el año, difícilmente la va a poder perder esa semana. Pero esos son unos rancios que se aburren viendo pasar cofradías en una tribuna y de los que ni me gusta hablar. Un premio, una subvención o una beca de las de la UAL... ¡YA! para todos aquellos que se divierten haciéndonoslo pasar cojonudamente.
Las mayas sólo sirven pa sacar dinero. Tanto los improvisados e infantiles atracos a mano armada de la calle de las Tiendas a las preciosas recreaciones escénicas con que la Cena año a año revalida este premio. Y a mi me gustaría que hubiera más de las dos. Pero me parece a mi que voy a tener que disfrutar de este costumbrista atraco bajo mínimos. Lástima. Las Cruces las recuerdo como una época de permitidas transgresiones y florecientes mandiles al amparo de una cocina o una barra. Es la semana ideal para que los más rancios toleren que la disimulada pluma de la sala de cabildos se ponga su mandil y se sienta una más en la cocina. O para que el más destartalado hermano que cubra turno en la barra se deje embellecer por las mujeres. Tradicionalmente, una maya de estas, con bigote, cigarro y cubata en la mano se paseaba por la Cruz del Prendimiento en Martínez Almagro. Y en la plaza de los Burros. Y cuando Pasión llegó, también se pasaba por allí. Qué grandes eran esas mayas de apuntado mostacho y lunar que lo único que hacían era hacer reír o pasar vergüenza si la tomaban contigo. Procaces que no contumaces. Y lo más curioso era (o es) su horario: las tantas. Que esa es una hora mu nuestra, mu de aquí, que lo dice todo sin decir nada.
Este año, por fin he vuelto a ver una maya transgresora y destartalada, eufórica y graciosa a rabiar, de esas que aparecían a las tantas de mi niñez. Afortunadamente todavía hay almerienses con la suficiente vergüenza como para regalarla por unos días. Porque el que no la tiene en todo el año, difícilmente la va a poder perder esa semana. Pero esos son unos rancios que se aburren viendo pasar cofradías en una tribuna y de los que ni me gusta hablar. Un premio, una subvención o una beca de las de la UAL... ¡YA! para todos aquellos que se divierten haciéndonoslo pasar cojonudamente.