¿Hay algo más típico de las Cruces que los tiques vulgo tickets? ¡Ni las propias Cruces!
Este es un bien de interés cultural de Almería que pasa sin pena ni gloria para las admones mientras va configurando las etílicas celebraciones de la ciudad un año y otro, de agosto a mayo y viceversa. Algo tan natural para los propios pero endiabladamente tercermundista para los madrileños que nos visitan.
Qué bonito es eso de ser de fuera, llegar a una cruz que está hasta las trancas y conseguir arrimarte a la barra a base de empujones para que al pedir lo que sea te pidan los tiques y, obviamente, no tengas ni idea de qué es eso. Entonces comprendes el extraño juego de apuestas que llevas apreciando desde que entraste y que lleva a unos a acercarse a la barra con papeles de colores en la mano mientras otros con camisetas blancas se los quitan, hacen como que los ven y los rompen. Y es entonces cuando con radical crudeza caes en la cuenta de que los tiques van a ser esos papelitos que se reparten en la otra punta de la cruz, justo al comienzo de esa larga cola a la que te enfrentas ahora.
A mi padre le gusta quedarse con el personal y cuando iba a la cruz del Prendimiento, era el que estaba en los tiques. Muchas veces me sentaba al lado y le iba escuchando las bromas no siempre entendidas por ese personal con el que le gustaba quedarse. Una de ellas era la que gastaba a -habitualmente- foráneos o indígenas escépticos: oiga, ¿la cerveza viene con tapa? Claro... Si no se derramaría.
Unas veces había carcajadas y otras la cara de extrañeza propia de quien sabe que le han dicho algo y, por el follón no se ha enterado muy bien de qué. Y así, uno a uno iban pagando el paso del Cautivo, la restauración de la capilla del Sagrario, el manto de la Merced, etc. Y es que por las manos del de los tiques pasan mucho antes de que se aprueben, si quiera, los proyectos de cada hermandad.
Mejor cobrador y más severo recaudador que el de los tiques pocos hay en una hermandad. Por eso se le trata tan bien, se le corta jamón y se le lleva, se le preparan los cubatas como a él le gusta, bocadillos de tortilla, de lomo... Lo que sea. Mientras al resto de los que están en la barra se les cuestiona el más mísero pinchito que osan llevarse la boca (hablo de la que yo veía de pequeño), al de los tiques se le trata a cuerpo de rey.
Y de cuando en vez, los hermanos que han ideado un nuevo manto, o los que llevan rondándole por la cabeza una nueva insignia se le acercan, con la excusa de llevarle el jamón o el cubata y le preguntan cómo va la noche. De la respuesta del de los tiques dependerá bastante el ánimo de la gente de la barra y recuerdo que influía en la música que Andrés Felices ponía. Porque mucho antes de que los estudios de marketing revelasen que una música determinada incrementaba las ventas en una superficie comercial, en la cruz del Prendimiento Andrés sabía qué música tenía que poner si se querían sacar raciones, cubatas o cervezas. Así no era lo mismo poner sevillanas que la chica Yé Yé; o una canción del verano, o pasodobles.
Y es que alrededor de los tiques hay toda una liturgia; desde el cambio para el que los da hasta la satisfacción del que los recibe. El primero tiene sus bolsas con monedas, echa sus cuentas, ajusta, a lo ingresado resta lo añadido, anota, resta... El que los recibe se va con satisfacción de aficionado al fútbol que recibe sus entradas tras pasar la noche a la puerta de la taquilla y el que espera aprovecha el tiempo para echar cuentas entre miradas a los papelones con los precios.
Luego está la liturgia de su ausencia; juntar entre cuatro o cinco tres o cuatro tristes euros en calderilla para el último pelotazo. O si son niñas guapas, arrimarse al más juerguista de la barra (normalmente pasado de edad) y camelárselo para que invite/saque algo sin tiques. También están los que intentan pagarte a toda costa con tal de no ir a por ellos. O los que aun yendo a sacarlos, los amigos le esperan gastando la broma sin gracia de coger uno roto e intentar colárselo al que conozcas de la barra.
Hay cruces en las que el de los tiques tiene más mérito que en otras; las menos agarradas hacen tiques para cada cosa de forma que si pides tres cervezas, dos chatos, una botella de Fino Quinta de 3/4, un bocadillo de lomo y 4 fantas, coges tres tiques que ponen "cerveza", dos que ponen "chato", uno que pone "botella de Fino Quinta de 3/4", otro con "bocadillo" y cuatro con "refresco" pero otras, como la del Prendimiento cuando yo era pequeño, los dejaban en blanco de forma que si te pedían las tres cervezas, los dos chatos, la botella de Fino Quinta de 3/4, el bocadillo de lomo y las 4 fantas, tenías que hacer la suma del tirón. De forma que se gastaba sólo un tique frente a los 11 que había empleado la otra. Y eso tras diez días de fiesta, son tiques y ese ahorro vaya Vd. a saber si no repercutirá en 50 gramos más de plata para tal o cual insignia. Que al fin y al cabo es de lo que se trata en cruces: de pagar los enseres que se adeudan y seguir generando dinero que permitan seguir encargándolos por los siglos de los siglos.
Este es un bien de interés cultural de Almería que pasa sin pena ni gloria para las admones mientras va configurando las etílicas celebraciones de la ciudad un año y otro, de agosto a mayo y viceversa. Algo tan natural para los propios pero endiabladamente tercermundista para los madrileños que nos visitan.
Qué bonito es eso de ser de fuera, llegar a una cruz que está hasta las trancas y conseguir arrimarte a la barra a base de empujones para que al pedir lo que sea te pidan los tiques y, obviamente, no tengas ni idea de qué es eso. Entonces comprendes el extraño juego de apuestas que llevas apreciando desde que entraste y que lleva a unos a acercarse a la barra con papeles de colores en la mano mientras otros con camisetas blancas se los quitan, hacen como que los ven y los rompen. Y es entonces cuando con radical crudeza caes en la cuenta de que los tiques van a ser esos papelitos que se reparten en la otra punta de la cruz, justo al comienzo de esa larga cola a la que te enfrentas ahora.
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A mi padre le gusta quedarse con el personal y cuando iba a la cruz del Prendimiento, era el que estaba en los tiques. Muchas veces me sentaba al lado y le iba escuchando las bromas no siempre entendidas por ese personal con el que le gustaba quedarse. Una de ellas era la que gastaba a -habitualmente- foráneos o indígenas escépticos: oiga, ¿la cerveza viene con tapa? Claro... Si no se derramaría.
Unas veces había carcajadas y otras la cara de extrañeza propia de quien sabe que le han dicho algo y, por el follón no se ha enterado muy bien de qué. Y así, uno a uno iban pagando el paso del Cautivo, la restauración de la capilla del Sagrario, el manto de la Merced, etc. Y es que por las manos del de los tiques pasan mucho antes de que se aprueben, si quiera, los proyectos de cada hermandad.
Mejor cobrador y más severo recaudador que el de los tiques pocos hay en una hermandad. Por eso se le trata tan bien, se le corta jamón y se le lleva, se le preparan los cubatas como a él le gusta, bocadillos de tortilla, de lomo... Lo que sea. Mientras al resto de los que están en la barra se les cuestiona el más mísero pinchito que osan llevarse la boca (hablo de la que yo veía de pequeño), al de los tiques se le trata a cuerpo de rey.
Y de cuando en vez, los hermanos que han ideado un nuevo manto, o los que llevan rondándole por la cabeza una nueva insignia se le acercan, con la excusa de llevarle el jamón o el cubata y le preguntan cómo va la noche. De la respuesta del de los tiques dependerá bastante el ánimo de la gente de la barra y recuerdo que influía en la música que Andrés Felices ponía. Porque mucho antes de que los estudios de marketing revelasen que una música determinada incrementaba las ventas en una superficie comercial, en la cruz del Prendimiento Andrés sabía qué música tenía que poner si se querían sacar raciones, cubatas o cervezas. Así no era lo mismo poner sevillanas que la chica Yé Yé; o una canción del verano, o pasodobles.
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Y es que alrededor de los tiques hay toda una liturgia; desde el cambio para el que los da hasta la satisfacción del que los recibe. El primero tiene sus bolsas con monedas, echa sus cuentas, ajusta, a lo ingresado resta lo añadido, anota, resta... El que los recibe se va con satisfacción de aficionado al fútbol que recibe sus entradas tras pasar la noche a la puerta de la taquilla y el que espera aprovecha el tiempo para echar cuentas entre miradas a los papelones con los precios.
Luego está la liturgia de su ausencia; juntar entre cuatro o cinco tres o cuatro tristes euros en calderilla para el último pelotazo. O si son niñas guapas, arrimarse al más juerguista de la barra (normalmente pasado de edad) y camelárselo para que invite/saque algo sin tiques. También están los que intentan pagarte a toda costa con tal de no ir a por ellos. O los que aun yendo a sacarlos, los amigos le esperan gastando la broma sin gracia de coger uno roto e intentar colárselo al que conozcas de la barra.
Hay cruces en las que el de los tiques tiene más mérito que en otras; las menos agarradas hacen tiques para cada cosa de forma que si pides tres cervezas, dos chatos, una botella de Fino Quinta de 3/4, un bocadillo de lomo y 4 fantas, coges tres tiques que ponen "cerveza", dos que ponen "chato", uno que pone "botella de Fino Quinta de 3/4", otro con "bocadillo" y cuatro con "refresco" pero otras, como la del Prendimiento cuando yo era pequeño, los dejaban en blanco de forma que si te pedían las tres cervezas, los dos chatos, la botella de Fino Quinta de 3/4, el bocadillo de lomo y las 4 fantas, tenías que hacer la suma del tirón. De forma que se gastaba sólo un tique frente a los 11 que había empleado la otra. Y eso tras diez días de fiesta, son tiques y ese ahorro vaya Vd. a saber si no repercutirá en 50 gramos más de plata para tal o cual insignia. Que al fin y al cabo es de lo que se trata en cruces: de pagar los enseres que se adeudan y seguir generando dinero que permitan seguir encargándolos por los siglos de los siglos.
Amén.