Ya nada es lo que aparece. Sobre las ruinas del Diocesano un edificio neutro y sin palmeras y con bancos la plaza era tomada por las vecinas, abuelas, madres e hijas al caer la tarde. El reloj de la torre marca las doce y cuarto, pasadas, de un Domingo de Ramos con otras farolas. Y entonces el misterio era cuándo saldría el palio. Escoltan los ángeles del cartel del 86, dando título al recuerdo de una fotografía como otra cualquier tomada un día u otro, un Domingo de Ramos indefinido y perdido en la sonrisa con que muchos contemplarán esta entrada.