31 de marzo de 2008

Deudas literarias con el pregonero

Ahora que este año ha sido tan comentado el ofrecimiento del atril del Teatro Apolo a monseñor González Montes y coincidiendo con la "deuda literaria" que Andalucía ha saldado con Julio Alfredo Egea (por titulares de EL MUNDO me entero), aporto mi visión del asunto que tan bien abordó ya Esteban G. Sicilia en una de sus asignaturas pendientes titulada ¿Pregón o sermón?

Pocos han sido los que han pregonado dos veces la Semana Santa de Almería; que sepa José Fernández Revuelta (en 1965 y en 1984) y Julio Alfredo Egea Reche (en 1973 y 1990). Hoy la Asociación andaluza de Escritores y Críticos literarios ha entregado su premio a uno de ellos; concretamente a Julio Alfredo Egea Reche en la XIV edición de los mismos. Otro pregonero con aval literario es José Asenjo Sedano (lo fue en 1980) que pregonó la Semana Santa de Almería tras ganar en 1977 el premio Nadal con Conversación sobre la guerra.

Esteban G. se cuestionaba en su blog lo de darle un atril a quien ya tiene púlpito y yo ahora lo veo injusto. Darle un atril a quien ya tiene púlpito supone una desventaja para quien puede acceder a las dos tribunas frente al que se encuentra con una vedada. Lo extraño es que este ofrecimiento parta de los que tienen una de esas tribunas vedadas. El caso es que la propia palabra (pregón) no excluye a nadie pese a los intentos de los que lo organizan de que sí ocurra. Leyendo las nuevas Reglas de la Agrupación, en el tercer punto del artículo 8 se dice que el pregón de la Semana Santa:
...se encargará a católicos practicantes que vivan su fe en comunión con la iglesia.
Es curioso que nadie se cuestione si las imágenes se encargan a imagineros practicantes o si un dorador vive su fe en comunión con la iglesia. Que un bordador sea ateo, mientras borde bien, importa poco. Igual que si el pregonero de la Semana Santa de Almería no sabe escribir o leer y, sobre todo, declamar ante un auditorio expectante. Eso no es importante para pronunciar un discurso elogioso en que se anuncia la celebración de una festividad y se le incita a participar en ella que, según la Real Academia de la Lengua, es un pregón. Y todo porque lo realmente necesario para ser buen pregonero de nuestra Semana Santa no es tener qué decir y saber cómo decirlo sino ser de comunión diaria.


Pregonero de la tarde
Aguafuerte de Dan Albert, 1993