16 de abril de 2008

Ella que resiste

Fotografía: El País / Efe

Ahí que resiste ella y ahí que condenan (critican) otros. Joaquina Prades escribe hoy en EL PAÍS que La cruz resiste en la España laica advirtiendo que "los cargos públicos pueden jurar o prometer, pero siempre ante el crucifijo" y recordando que "la verdadera modernización del Estado aún tiene asignaturas pendientes". Se añaden, además, ejemplos de otros países; de cómo lo hacen o lo dejan de hacer, de qué dicen o dejan de decir y, sobre todo, ante qué o quién (o Quién) responden los que juran (o prometen) cargos públicos. Pero más allá de lo que dice y argumenta, mucho más allá de los futuribles como el de ese millón de musulmanes que ya hay en España y que podría avalar a un ministro musulmán a exigir el Corán junto a la Biblia, lo que a mi me ha sorprendido es la afirmación de que "para los defensores de la sociedad laica, imágenes como la reciente toma de posesión del Gobierno, pero también otras manifestaciones de privilegio de la religión católica, desde el Concordato hasta su financiación, son acicates para una batalla que se presume larga". No porque diga que esto es una batalla (que leo en el DRAE lo que significa y me asusto) ni tampoco porque sea algo que se presume que va a durar bastante (se presume larga, dice); sino porque lo escribe un personaje de Galdós en el que ni caben ciertas tradiciones que fácilmente obtienen disculpa en nuestros tiempos. Y eso que Azaña decía que España ha dejado de ser católica. De ahí mi inquietud; que es una guerra (perdón, batalla) contra un enemigo que no existe. Y eso si no lo es, se parece mucho al miedo.