12 de abril de 2010

La tarde en sus hombros

Los Ángeles en General Tamayo. M. Manzano

Ha bajado una cofradía por la Puerta de Purchena quitándole un nombre al plano callejero que hay en el OPI de la calle Castelar. Los Ángeles ahora son capas celestes y túnica blanca. Eso y vecinos y una Virgen. El barrio son casas vacías y una tienda abierta con un chino a la puerta. Vienen más de doscientos capirotes como una estría celeste en el cielo azul de la tarde y un jirón de oro delante. Pasan por la iglesia de Santiago donde no falta María Arrufat. La Semana Santa será un poquitín menos semanasanta cuando ella no salga a saludar a las cofradías que pasan por los arcos de Santiago. Sólo por verla mirar una imagen tenían que pasar todas las cofradías por aquí. Las que lo hacen se llevan un ramo de flores y la bendición de toda su historia en los ojos. Me parece que suena Soleá, dame la mano y el palio se pierde dándole la espalda a Hernán Cortés.

Los nazarenos se empiezan a llevar la tarde. María José Pérez le canta a la Virgen en la plaza de Canalejas y sólo le falta el balcón al momento. María José Pérez le canta en la plaza Flores y yo estoy allí para verlo dándole un beso a la tarde que empieza a dejar de serlo. Un beso que sabe a despedida por la calle Torres. Por ahí se descuelga la cofradía hacia los rellanos de la puerta del Mar virando a la patrona. Se lleva a su gente alrededor y la impresión feliz de haber presenciado el tránsito de una cofradía, que no es poco en los tiempos en los que las hay que no lo son. Que hasta Núñez de Herrera habló de ella: 'algún nazareno son tres: con el cirio que le acompaña como un baston, y el amigo'.