La calle ya desierta. El relente mitigado con empanadillas del Once de septiembre que trajo Antonio Salmerón y pipas. La calle era más naranja y más silenciosa, empezaba a descansar del trasiego de gente y su inquietud y apenas se subían o bajaban ya persianas. La calle Ciprés empezaba a regresar a su mutismo de noche con el último hermano mayor orgulloso o importante doblando alguna esquina. Ya no estaba ni el Presidente ni los hombres fuertes de bolsillos poderosos que tiene alrededor. Ya se habían ido las manos de la Agrupación que una se llama Paco y la otra Romero y muchos ya habían llamado a otros para comunicar el estado de la nación. La noche había sido breve en el optimismo. Fue mucho incienso que le llegaría al celador de turno y fumador que estuviera dando caladas a un pito debajo del eucalipto que hay enfrente del Provincial. Allí hubo gente que me gustó ver por guapas ellas y por aprecio ellos. Antonio llegó siendo tres y Emlio y Aida. Agustín llegó con la afonía por amiga y un juicio con conformidad de esos de los que cuenta a través de twitter. Venía él en traje por la calle Serrano y ella daba ánimos, Isabel era. Hicieron compañía, se interesaron como se interesan los príncipes de Asturias cuando los llevan a un invernadero a enseñarles semillas y se fueron dando ánimos a los correosos presentes. También llegó El Cantón con Enrique y apelativo omitido pero ellos no venían sino que pasaban. Pero gracias a ellos tuvimos un plato de esos de barro que los camareros se llevan llenos de huesos de aceituna cuando, antes, lo han traido lleno de aceitunas. Y un chavalito moreno y melena saliendo antes de clase de inglés para pasarse por allí antes de cenar y que su madre lo descubriera. Otro que pasó fue Antoñito y Samuel y dos más, que suman cuatro, que iban y venían como van y vienen otros. Tirando de memoria veo al Micky por allí y su dueño hablando por él que atinó con la hora el puñetero. Ángel llegado del Rocío paseando al perro por el barrio. También Matías que se apoyó mucho en las paredes como dando miedo el macarra que no es y José Luis Paredes informando antes de tiempo para ACL que, por cierto, tenía un infiltrado arriba. Pasó Juan Leal y un hijo al lado y Kike Vivas que con k se lee bonito. Ah, claro. Y María luisa y su afortunada amiga, oh, Bibi del Águila con collarín y clase para llevarlo después del accidente fatal con final feliz.
Los últimos de Filipinas se lo pasaron mejor, eso sí. Dani Pérez tirando de cámara de fotos que no tiró, Angie Salas una noche en la calle que yo me pensaba al verla que era Cuaresma y había un paso ensayando pero no, Dani Pereira que dinamizó la velada, Fran Salvador que no se quedó corto, Juan Antonio nombrado así en serio que fue el ideólogo del invento por la ilusión que tiene puesta en esto y fray Emir estaban por allí en sus maneras tan diferentes de vestir cada uno. Todos queríamos lo mismo y a veces hasta escuchábamos gritos que las sombras que había en la primera planta del número 14 de la calle Ciprés parecían esbozar. Cuando se intuyó el 'sí' se descorchó una botella más espuma que otra cosa de sidra de esa de mentirijilla. Dani procedió y los vecinos intentaban ver una serie en la tele. Creo que uno estaba viendo el Gato al agua pero me extraña porque el barrio es de pobres. Lo sé yo que vivo aquí y aquí no vemos nadie el Gato al agua. Pero, además, el Gato ya había terminado. Por la hora ya estaría Pedrerol sentado y hablando del infierno del Molinón. Seguro. Y un vecino estaría viéndolo y hablándole al televisor en vez de mandnado un sms que es lo que hace la gente civilizada. Abajo, mientras, la calle desierta, como decía. El eco de todos esos que han sido aquí citados ya se había apagado. Los hermanos mayores ya habían huido con toda la cruda literalidad del verbo huir y apenas nos despedíamos los del reducto aquel cuando una persiana sube, la mujer que se asoma como las vecinas se asoman pertrechadas con su bata a esas horas y su persiana es como la guillotina cotidiana y a esto que le grita a los que quedamos: ¡qué! ¿al final es que sí o que no?
Los últimos de Filipinas se lo pasaron mejor, eso sí. Dani Pérez tirando de cámara de fotos que no tiró, Angie Salas una noche en la calle que yo me pensaba al verla que era Cuaresma y había un paso ensayando pero no, Dani Pereira que dinamizó la velada, Fran Salvador que no se quedó corto, Juan Antonio nombrado así en serio que fue el ideólogo del invento por la ilusión que tiene puesta en esto y fray Emir estaban por allí en sus maneras tan diferentes de vestir cada uno. Todos queríamos lo mismo y a veces hasta escuchábamos gritos que las sombras que había en la primera planta del número 14 de la calle Ciprés parecían esbozar. Cuando se intuyó el 'sí' se descorchó una botella más espuma que otra cosa de sidra de esa de mentirijilla. Dani procedió y los vecinos intentaban ver una serie en la tele. Creo que uno estaba viendo el Gato al agua pero me extraña porque el barrio es de pobres. Lo sé yo que vivo aquí y aquí no vemos nadie el Gato al agua. Pero, además, el Gato ya había terminado. Por la hora ya estaría Pedrerol sentado y hablando del infierno del Molinón. Seguro. Y un vecino estaría viéndolo y hablándole al televisor en vez de mandnado un sms que es lo que hace la gente civilizada. Abajo, mientras, la calle desierta, como decía. El eco de todos esos que han sido aquí citados ya se había apagado. Los hermanos mayores ya habían huido con toda la cruda literalidad del verbo huir y apenas nos despedíamos los del reducto aquel cuando una persiana sube, la mujer que se asoma como las vecinas se asoman pertrechadas con su bata a esas horas y su persiana es como la guillotina cotidiana y a esto que le grita a los que quedamos: ¡qué! ¿al final es que sí o que no?