7 de junio de 2010

Cartas iban y venían

Corpus Christi de la parroquia de la Preciosísima Sangre de
Nuestro Señor Jesucristo, Aguadulce. Jorge Ponce


Yo iba echando cuentas el sábado. Podía porque como fui a escuchar a Virgen de los Reyes y Virgen de los Reyes vino y sonaba flojita, la cabeza podía tenerla en otras cosas. El sábado salía el Corpus de Aguadulce de la parroquia de la Preciosísima Sangre de Nuestro Señor Jesucristo, pero a mi me da que se lo sacó de la manga don Ramón y lo de la parroquia de nombre bonito que suena a antiguo no fue más que una excusa. Allí don Ramón quiso un gran Corpus y le pegó fuego de voluntad a su entorno que pronto propagó las llamas. El resultado fue un incendio de dimensiones que ya quisieran otros convocantes. Cartas iban y venían de Aguadulce a Almería, como cantaría Pareja-Obregón y allí se dieron cita por citar: capataces, auxiliares y costaleros de la Esperanza, el Consuelo, la Merced, las Angustias, Pasión, la Cena, el Amor, la Oración, las Penas de Regiones, la Soledad, el Cautivo, los Desamparados o la Buena Muerte del Parador. Yo iba echando cuentas. Como digo, podía. Podía porque Virgen de los Reyes no hizo nada merecedor de mi atención (más que dos o tres marchas) y porque llevaba a mi lado un pertiguero que supo entender dónde estaba y muchos amigos alrededor que repartían agua, confidencias y fotos. Así que iba yo echando mis cuentas, alegrándome la vista y disfrutando con algunas casas de familias a las que la crisis fijo que les afecta de manera muy distinta a la mía. Qué bonitas. Y qué bonito el Corpus. Aquello fue una conferencia de la ONU más productiva que la entelequia agrupacionista que gastamos a base de burocrácticas citaciones, preces de ritual, oraciones varias y pocos salimientos de lo que ya viene impuesto y que, año tras año, mes tras mes, reunión tras reunión deparan anodinas citas. Por allí andaba en conversaciones y traje claro el presidente. Y el Silencio, representado en la persona y vara dorada de su Hermano mayor. Y enseres. Como los que dejó la Cena, como los que dejó el Prendimiento, como los que dejaron del Parador, como los que dejaron de Pasión.

Aquello eran las cosas de tenerlos bien puestos. Ese Corpus, esas formas, ese mensaje, ¡hoy! Mucho himno y muchas veces, pompa la justa, medida, exquista, los tiempos ajustados a las necesidades y a la realidad del entorno, una homilia acertada, breve, clara, concisa, gratificante. No pude escuchar mejores palabras tal y como está el patio. Cómo me hubiera gustado que mi amigo Javier no hubiera tenido obligaciones hereditarias en su pueblo y su otro Corpus. A mi me encanta hablar con Javier porque se puede hablar con Javier y esa misma mañana conversábamos y pasábamos calor de sacristía en torno al Corpus de Aguadulce. Ahí defendimos cada uno su parecer e iba echando yo mis cuentas en el Corpus de Aguadulce recordando las palabras de la mañana. A mi me hubiera gustado demostrarle a Javier que los acólitos que salieron del Silencio, la Cena, el Prendimiento, las Angustias, la Caridad o el Santo Sepulcro no fueron por Virgen de los Reyes. Que eso sólo lo hice yo. Que si salieron cuatro pasos (tres) y Virgen de los Reyes iba sólo detrás de uno, el argumento de que a Aguadulce se fue a escuchar a Virgen de los Reyes, salvo en mi caso que era cierto, estaría equivocado o, por lo menos, no muy acertado o si tampoco, al menos no acertado del todo. Vamos, que cojeaba. Que matemáticamente era insostenibble. Cada paso con su cuadrilla y sus más de veinte pares de pies debajo, cada paso con su cuerpo de acólitos, con sus ciriales, su pertiguero, sus incensarios, sus navetas y cada paso con su banda hacían imposible que todos estuviéramos allí por una única/la misma banda.