19 de abril de 2006

Las hebillas de los zapatos del pertiguero de la Soledad

Qué serena es la elegancia de las hebillas de los zapatos del pertiguero de la Soledad. Son el resumen de los siglos de devoción de la Virgen. La que tiene un nombre y a la que llaman de otra forma, en la proximidad de la devoción mientras las hebillas de los zapatos de su pertiguero abrigan la fría madrugada del Sábado Santo con su serena elegancia.

Todo sobre ellas parece estar dicho y, ni siquiera se ha reparado en su eternidad contenida de suelo ausente. Son las hebillas que saben de siglos. Cuando entre sus hermanos mandaban las Reglas de esta corporación en 1829 que hubiera un Munidor, salvo que este fuera de una pobreza tal que ni la imaginación pudiera componer su negra estampa de elegancia informativa, las hebillas de los zapatos del Munidor de la Soledad debían causar el mismo mínimo impacto entre el pueblo que hoy causan las de los zapatos del pertiguero.

Pero ellas estuvieron siempre ahí, forjando la historia no escrita de nuestra Semana Santa en los méritos de un hermano que siempre se ha sabido protagonista de la obra. Porque las hebillas de los zapatos del pertiguero de la Soledad, como las del fantasma del munidor, forman parte de la rica historia nunca escrita de nuestra Semana Santa. La del placer de una belleza oculta y antigua.