7 de octubre de 2006

¿Está todo perdido?

Esta noche, cuando regresaba a su capilla la Virgen del Rosario, en su martillo se escondían los honores como el angelito que en él figura entre la maleza de la mesa. Pepe Carmona, el capataz del paso del Señor, se agarraba a él, después de la foto, con la firmeza de quien anuncia a la cuadrilla que ha concluido la primera salida de la corporación ya como Hermandad. Y a todos, con ella dentro, nos invade esa desazón de recogida. Ella dentro de la Agrupación, digo. Y es que los honores y los anhelos de años llegan juntos, de la mano. Una más, de pleno derecho, parece, y, por ende, de plenas obligaciones. Lo malo es que la normalización no vino por la elevación del resto sino por la degradación de la del Rosario. Una lástima.

Del avanzado capítulo III del título V de la primera parte del segundo libro del Código de Derecho canónico que algunos celebramos con júbilo en Almería, en el antiguo Hospital Real de Sta. María Magdalena parece que han pasado al capítulo II con alegría impropia. Lo que me lleva a pensar con lástima, que se ha dado un paso irreversible de manera irresponsable. La bandera de lo que todas debieran ser y la Virgen del Rosario enarboló en su particular desembarco en el anodino puerto que frecuentan los corsarios de Palacio ya no es lo que era, raída y sucia, pisoteada y mancillada. Ahora se espera de ella el conformismo de las otras. La patente de corso de la suculenta subvención de la que todos reniegan y a la que nadie renuncia pudiera haber convencido.

¿Pero mereció la pena el sacrificio? Ni por todo el oro del mundo, creo. Éste se gasta. O se pierde. O te lo roban. En cambio, aquella esencia adelantada a su tiempo, aquella meta alcanzada en clara ventaja sobre el resto, no se puede volver a recuperar. En estos momentos me gustaría saber qué opinan en San Lorenzo, en el Gran Poder aquellos que, ni moviendo cielo y tierra consiguieron que Roma considerase su culto como privado y, una vez al año, externo. Me gustaría decirles que en Almería hubo una corporación así pero que prefirió dejar de serlo. Curioso que unos deseen soltar lo que otros desean coger. Confío, no obstante, en que los siempre hábiles ases del viejo Hospital no hayan jugado limpio y se hayan escondido en alguna manga para hacer creer que daban por perdida la partida por una mala mano. Un golpe de efecto, una hábil jugada en el futuro podría devolver toda la grandeza pedida y hoy anunciada... La veteranía debe suponer, además de canas, venir de vuelta cuando los ascensores de Palacio aún van por la primera planta. El futuro deseo que nos sorprenda como nos sorprendió en 2000 con un cuadro que presume en una sacristía.