29 de octubre de 2006

Joquín Capel y su Rosario del centro

Se ha corrido la voz entre los aficionados al arte del paseillo nazareno y lo que antes era una procesión entrañable entre risas de vecinos, es ahora punto de reunión, encuentro y maledicencias de capillitas de los más alejados y recónditos puntos de la ciudad. Se está perdiendo el encanto de acudir a ver las procesiones de Joaquín Capel. Como siempre se ha ganado en cantidad y eso ha hecho que se pierda en calidad. Me estoy refiriendo a la calidad humana del populacho que en las callejas de su barrio nos apostamos por estas fechas cada año.

Calles como la de Sócrates, Bordiú o Manzana son estrechas para el día a día. Imposibles para las cofradías. Sólo la Custodia del Corpus era capaz de pasar por la estrechez de Trajano. Y ahora Joaquín Capel; que se atreve hasta con el callejoncillo del Ángel y las reviras endiabladas de la calle de la Dalia. Ahí llega el ensanche de San Pedro o Guzmán, calles de convento, y vuelta a las callejas. Pero lo que, repito, era la entrañable cita de los vecinos se está convirtiendo en un fenómeno irrespetuoso de masas. Y aunque hay quien se permite el lujo de decir que el falto de respeto es Joaquín Capel yo sigo sin encontrar más diferencia con lo que hacen las de penitencia que en el tamaño y volúmen de imágenes, pasos y enseres.

¿Realmente otra cosa diferencia las cofradías que llamamos de verdad con estas que decimos de juguete? Porque todavía se trazan itinerarios para pasar (y parar) por la casa de tal o cual... Porque todavía se le para el paso aquí mismo al saetero que se le apetezca cantar... Porque aún hoy los costaleros siguen haciendo las estridencias que les place... Y, vamos, porque todavía hay cofradías de las que se anuncian en los pogramas oficiales, que no son sino el capricho de 15 o 20. poco más.

¿Seguimos pensando que lo de hoy es otra cosa? ¿O es la realidad de nuestra Semana Santa en pequeño? Quizá porque en Semana Santa somos protagonistas y aquí sólo espectadores reparemos en esas cosas pero, en verdad, el que asiste a ambos espectáculos, el que contempla ambas representaciones no vé mucha diferencia. Y si acaso repara en un detalle y por algo se interesa es por esa diferencia, como digo, en el tamaño y volúmen de imágenes, pasos y enseres. Poco más.