9 de diciembre de 2006

De cañas con Isaac Vilches

Hoy aprovecho que mi compadre Isaac Vilches ha sido designado encendedor del paso de misterio del Señor del Prendimiento para vindicar el justo tratamiento que a estos servidores de las hermandades se les ha y no da. Para vindicar el hacia ellos y, claro está, el por ellos dispensado, que de todo hay.

Vemos pasos muy bien atendidos como Fe y Caridad y la Merced, que los enciende Pepe Escobar auxiliado por su hijo Carlos; el de la Esperanza Macarena, el de los Desamparados, Consuelo... Pero del mismo modo vemos pasos mal atendidos o, directamente, desatendidos. Una lástima. Y todo por la ignorancia.

Los más espabilaos, en cuanto tienen la oportunidad de quitarse el antifaz, cuelgan la túnica, se embuten en un traje y se arriman al palio de sus amores. Aprovechan que esta labor, por descuidada, no suele ser asignada por la junta sino por dedocracia, como casi todo en las cofradías o por usucapión. En este caso, su labor es pobre de resultados pero brillante de relumbron. Ir de traje al lado de un paso es socialmente hablando un privilegio porque el que te está viendo realmente no sabe que es porque no hay nadie que lo haga. Pero eso, como digo, no lo sabe el que come pipas.

A veces, si este que come pipas conoce al del traje o es un allegado a la hermandad (aunque no tanto como para salir) encenderá él mismo; normalmente con más tino y pulso que el espabilao de turno. Pero la cofradía sigue y la mujer o la novia o el amigo del que comía pipas se queda en la esquina y no es plan de dejarla (o delarlo) sola (o solo) así que el que comía pipas, encendida media candelería se despide y regresa a su esquina a esperar otra cofradía a ver si hay suerte y conoce al que vaya encendiendo.

Los Santizo
En esto de encender pasos hay un apellido que es indispensable mencionar: Santizo. El que empezó todo y hoy continúa la cuarta generación fue José Santizo Roldán, capiller de la sevillana capillita de San José que, según cuenta su bisnieto, trabajaba para la empresa Catalana de Gas encendiendo las farolas con un palo. Así fue como unió su destreza en el encendido de farolas con sus conocimientos eclesiásticos.

Al principio la función de esta familia era triple: además de aportar todo el personal necesario tanto para el encendido de los pasos y del transporte de las escaleras y cajón, los Santizo se ocupaban, si menester fuera, de formar los cuerpos de acólitos. Hoy en día, de esas tres funciones sólo mantienen la de encender. Y se toman muy en serio esta labor. Por ejemplo, saben de memoria los puntos de luz de cada paso bajo su responsabilidad. Mi compadre Isaac, si no se equivoca al recordar, me dice que 46 le preocuparán y ocuparán en el Prendimiento. Del mismo modo, los Santizo saben que a partir del Miércoles Santo la cosa se complica.

Al Cantón, el capataz de la Esperanza, siempre le he escuchado decir que a partir del Jueves Santo empieza el viento por aquello de las fases de la luna. De ser cierto, aún podrá respirar Isaac el Miércoles y disfrutar de una de las jornadas meteorlógicamente hablando más tranquilas. Pero que mi compadre Isaac no se descuide aunque vea a otros que lo hacen. Como nunca se descuidó como acólito aunque viera a otros que lo hicieran. Que es un homenaje este nuevo puesto en la cofradía, no me cabe duda. Un justo pago a tantos años de corazón prendío. Pero puedo descansar y, de hecho, descanso porque sé que se tomará el premio con abnegación y él sí que no descansará. No habrá alcanzado la gloria de ser de los que más cerca del de los ojos verdes esté el próximo Miércoles Santo para dormir en los laureles con los que otros sueñan. La enorme diferencia de gente como Isaac es que es de los que disfrutan las vísperas para sacrificarse el día escogido mientras otros viven en una eterna víspera.

P.S. Aunque la candelería la lleven apagada.