16 de abril de 2007

González Navarro, preparado para la guerra y con motivos para estar en este blog. Entrada sin imagen.

Entre tanto sufrir a González Navarro por activa y por pasiva (en clase, en casa, en la biblioteca y bajo el brazo), creo que hoy merecía disfrutarlo y así he hecho. Iba con miedo de cordero camino del matadero. Si me habla de lo que me toca leerle a diario, mejor acompañado que solo. Y he invitado a varios contactos del messenger a gozar del privilegio de escuchar al profesor Francisco González Navarro, catedrático de Derecho Administrativo y Magistrado que fuera del Tribunal Supremo y, de paso, no dejarme solo en algo a lo que no quería ir de aquella manera.

Isa y El Joseles han declinado tan entrañable oferta como el profesor González Navarro explica en un extenso capítulo de sus no menos extensos volúmenes: mediante el silencio administrativo. Así que Pepe Carmona, esa suerte de capataz que manda las Penas del Hospital y yo nos hemos personado en el Aula magna del edificio de Humanidades, en la primera fila, en los siniestros espacios junto a profesores nuestros y alumnos suyos para escuchar formular "Tres hipótesis predictivas lanzadas a la búsqueda de ese país de la utopía que se llama paz mundial".

Grandiosa mañana. Mucho Hutington, mucho Küng -un amigo de Esteban-, poco Habermas y muchos cimientos tambaleándose. Algunas dudas. Preguntas largas. Respuestas más largas aún. Hondas matizaciones: laicismo radical. Dos horas inolvidables. Algunas cosas que no comparto... Grande. Muy grande la suerte que he tenido esta mañana. Y, lo más llamativo, allí que dice noséqué de la Semana Santa. Posterior charla con mi profesor de Derecho Administrativo Pérez Gálvez y satisfecho regreso. Tertulia con El Migue en las escaleras en las que ya empieza a hacer calor antes de llegar a casa (para no perder las sanas costumbres) y tarde con niña. Llamada de un abogado con posibles buenas noticias buenas. Llamada a una secretaria, entrega de datos, teléfonos y a esperar. Ahora toca volver a sufrir al profesor González Navarro. Aunque con la extraña sensación de que ya nada volverá a ser igual. Qué suerte haberme decidido a ir. Gracias, Pepe, por el empujón.