pilar.(De pila1).
3. m. Persona que sirve de amparo.
4. m. Cosa que sostiene o en que se apoya algo.
¿Sobre cuantos pilares se sustenta la tradición? Sabemos dónde empezar pero no por dónde terminar. Empecemos pues. Hablábamos antes de la Semana Santa de las intuiciones. Ahora de sus certezas: los pilares sobre los que se sustenta. Esas manos de caramelo inciertas que necesitan tocar. La infancia. Infancias.
Dejémosles descubrir el bello tacto del terciopelo que manos de mujer bordaron. Dejémosles sentir la aspereza de la madera cuya financiación tanto hace sudar a los cofrades. Dejémosles jugar. Encendamos con la llama de nuestro pabilo sus pupilas para que esto continúe. Sigamos admirando bandas y legiones romanas. Plumas en la lejanía y animales sobre pasos. Palios, velas, cirios y gritémosle guapa y tiremos besitos a las Vírgenes. Como ellos. Sintamos pena por el Señor. Soportemos sobre el brazo lo mismo la cola de la túnica de la Caridad que un crío nervioso que se aferra a lo que tiene.
Continuemos dando cera a la bendita infancia que nos la pide. Caramelos, estampas. Caricias. No establezcamos barreras. La Semana Santa no es un museo. Es la Semana de las emociones íntimas entre el bullicio. Sintámonos costaleros desde las aceras y carguemos con su dulce peso sobre los hombros para que puedan mirar a los ojos al Señor. Como hicieron nuestros padres. Como hizo el mío conmigo. Sigamos poniéndolos delante. Que les ciegue el brillo de una corneta en mañana de Domingo de Ramos. Que se estremezcan ante la silueta de su conocido padre bajo el desconocido hábito nazareno y sueñen emular/perpetuar eso tan grande que para ellos es acompañar en su dolor al Señor.
Que sientan que esto es suyo; que es por ellos. Que la llave de los Sagrarios de nuestra devoción la llevan ellos el Jueves Santo eterno del resto de sus vidas. Para que nunca se olviden de que de ellos es el reino de los cielos que anuncia a lomos de una burra el Señor. Reducción cierta y única al alcance sólo de la pureza de los niños. El Señor y la Virgen. ¿Quién sino los mayores necesitan Esperanzas, Cautivos, Nazarenos o Sentencias? El Señor y la Virgen. y ellos. Perfecta trilogía y sublime pilar de nuestra tradición.
Dejémosles descubrir el bello tacto del terciopelo que manos de mujer bordaron. Dejémosles sentir la aspereza de la madera cuya financiación tanto hace sudar a los cofrades. Dejémosles jugar. Encendamos con la llama de nuestro pabilo sus pupilas para que esto continúe. Sigamos admirando bandas y legiones romanas. Plumas en la lejanía y animales sobre pasos. Palios, velas, cirios y gritémosle guapa y tiremos besitos a las Vírgenes. Como ellos. Sintamos pena por el Señor. Soportemos sobre el brazo lo mismo la cola de la túnica de la Caridad que un crío nervioso que se aferra a lo que tiene.
Continuemos dando cera a la bendita infancia que nos la pide. Caramelos, estampas. Caricias. No establezcamos barreras. La Semana Santa no es un museo. Es la Semana de las emociones íntimas entre el bullicio. Sintámonos costaleros desde las aceras y carguemos con su dulce peso sobre los hombros para que puedan mirar a los ojos al Señor. Como hicieron nuestros padres. Como hizo el mío conmigo. Sigamos poniéndolos delante. Que les ciegue el brillo de una corneta en mañana de Domingo de Ramos. Que se estremezcan ante la silueta de su conocido padre bajo el desconocido hábito nazareno y sueñen emular/perpetuar eso tan grande que para ellos es acompañar en su dolor al Señor.
Que sientan que esto es suyo; que es por ellos. Que la llave de los Sagrarios de nuestra devoción la llevan ellos el Jueves Santo eterno del resto de sus vidas. Para que nunca se olviden de que de ellos es el reino de los cielos que anuncia a lomos de una burra el Señor. Reducción cierta y única al alcance sólo de la pureza de los niños. El Señor y la Virgen. ¿Quién sino los mayores necesitan Esperanzas, Cautivos, Nazarenos o Sentencias? El Señor y la Virgen. y ellos. Perfecta trilogía y sublime pilar de nuestra tradición.