4 de junio de 2007

Una teoría del traspié


Surgida tras una agradable tertulia con Agustín y Dani
en la plaza Urrutia; uno ya con plaza fija.


Una tarde de ficciones entre luces nuevas y nueva duda resuelta. György Ligety sólo suena a palios viejos en mi imaginación y en realidad pone música a la realidad palpable, entera y sólida, triste, fricción y ficción, calor. Lamentaciones absurdas, caídas, tropiezos, empujones, golpes, lesiones. Dolor. Dolores. Una Semana Santa capaz de ponerle mote a una Virgen. Ir a la raíz del problema ya presupone su existencia y, en ocasiones no hay más problema que el que queremos ver. Como si tropezásemos con piedras porque quisiéramos tropezar con ellas. Así se justifican los malabares de ciertas actitudes, de ciertas respuestas, ciertas justificaciones. No tropiezo, ando así. Integrados en el problema, lo atípico, lo anormal, lo raro pasa a ser todo. Formando parte del problema no vemos el problema como tal sino todo lo que no sea aquel. De la noche a la mañana pasan los cofrades almerienses a residir en el tropiezo eterno y al aprendizaje ¿continuo?

Desde dentro del problema lo normal es tropezar; lo irracional, caminar sin hacerlo. Andar sin tropezar, cruzar igual una calle estrecha como Real o una amplia avenida como la del Mediterráneo sin dar un traspié no es lógico. No obstante, dentro de la discutible lógica del acontecimiento hay disidencias. Tal vez no sea lógico pero sí lo correcto... Esa pesadilla te hace sudar a medianoche, despertándote nervioso. Un fugaz destello de locura ha asomado entre los sueños perfectamente racionales del capillita patrio. ¡Es posible andar sin tropezar! ¡Es posible!

Lástima que sólo haya sido un sueño. Y sabemos que en los sueños cualquier cosa es posible: ¡hasta andar sin tropezar! Pero mañana hay que regresar a la cotidianidad del traspié. Es más sencillo levantarse y echar a andar de nuevo que ir mirando y esquivando las piedras a lo largo del camino. Es más sencillo encontrar la x que calcularla... Y como muestra la imagen, si te piden hallar la x y la hallas, el problema está resuelto. Lo peor (porque lo malo es demostrar esa actitud) es que desde el tropiezo eterno, el caminar fluido y esbelto nos parece ridículo, equivocado... ¡algo a evitar! Así se entiende que cuando a esta capital de provincias llega un maestro con ganas de enseñar, siempre digamos que es un chulo y un prepotente. Y así se entiende que el maestro oposite y pelee por una plaza con los Ariza.