6 de julio de 2007

Donde los apellidos ingleses

En la de Sánchez Pastor, seis o siete años después.

Donde las cofradías son de carne y hueso, donde las calles se dilatan y los tronos se contraen, donde hay una decadente pátina de aire antiguo e irrespirable, como de salón de billar y donde el calor respetó el jueves. Donde hay parejas y orfebrería, bordados del XIX y misticismo empedrado, aluvión de sol refrescado, torres, iglesias y teterías, donde hay azulejos tan altos que las fachadas son jirones de devoción. Donde hay callejones y pasajes, casas bonitas camino de, un túnel y una plaza alternativa, donde hay un café cerca de donde nació un recreado físico, y casas tan altas como antiguas, donde quedan cines cerrados, gloria excelsa de sus nombres en marquesinas olvidadas.

Allí, donde los apellidos ingleses estuve yo, entre moles de piedra cerradas y toldos, tomando ese café cerca de donde nació una nueva física a las horas extrañas de las camisas de manga larga, aproximándome a la distancia, estrechando manos como las que me traje, dando besos con otros labios como los que venían enrollados y mirando como no miran los ojos del Jueves.

Tocando ruan y acariciando entre cristales al que diseña tras los escalones y sombra de la Cruz que atravesó el pecho de una dolorosa. Rezando en el circular parnaso de sentimientos y Santísimo expuesto y admirando sedentes maternidades acompañado de la muy grata, real e ilustre compañía en la calle íbidem de la recepción hecha llave.Un jueves de cera roja y no tanto calor donde los helados y las barberías del tiempo detenido. Un jueves fugaz y feliz de miradas y conversaciones rápidas, de crónica a pie de calle, de consultas y dudas, de archivo que es la E.G.B. de los archivos y de detalles íntimos. De calles con nombres de calle y ambiente de ciudad con aires de ciudad. Allí estuve por unas horas desdibujando el rictus de mi ser cofrade. Peligrosa duda, feliz tormento.