Donde las cofradías son de carne y hueso, donde las calles se dilatan y los tronos se contraen, donde hay una decadente pátina de aire antiguo e irrespirable, como de salón de billar y donde el calor respetó el jueves. Donde hay parejas y orfebrería, bordados del XIX y misticismo empedrado, aluvión de sol refrescado, torres, iglesias y teterías, donde hay azulejos tan altos que las fachadas son jirones de devoción. Donde hay callejones y pasajes, casas bonitas camino de, un túnel y una plaza alternativa, donde hay un café cerca de donde nació un recreado físico, y casas tan altas como antiguas, donde quedan cines cerrados, gloria excelsa de sus nombres en marquesinas olvidadas.
Allí, donde los apellidos ingleses estuve yo, entre moles de piedra cerradas y toldos, tomando ese café cerca de donde nació una nueva física a las horas extrañas de las camisas de manga larga, aproximándome a la distancia, estrechando manos como las que me traje, dando besos con otros labios como los que venían enrollados y mirando como no miran los ojos del Jueves.
Tocando ruan y acariciando entre cristales al que diseña tras los escalones y sombra de la Cruz que atravesó el pecho de una dolorosa. Rezando en el circular parnaso de sentimientos y Santísimo expuesto y admirando sedentes maternidades acompañado de la muy grata, real e ilustre compañía en la calle íbidem de la recepción hecha llave.Un jueves de cera roja y no tanto calor donde los helados y las barberías del tiempo detenido. Un jueves fugaz y feliz de miradas y conversaciones rápidas, de crónica a pie de calle, de consultas y dudas, de archivo que es la E.G.B. de los archivos y de detalles íntimos. De calles con nombres de calle y ambiente de ciudad con aires de ciudad. Allí estuve por unas horas desdibujando el rictus de mi ser cofrade. Peligrosa duda, feliz tormento.
Allí, donde los apellidos ingleses estuve yo, entre moles de piedra cerradas y toldos, tomando ese café cerca de donde nació una nueva física a las horas extrañas de las camisas de manga larga, aproximándome a la distancia, estrechando manos como las que me traje, dando besos con otros labios como los que venían enrollados y mirando como no miran los ojos del Jueves.
Tocando ruan y acariciando entre cristales al que diseña tras los escalones y sombra de la Cruz que atravesó el pecho de una dolorosa. Rezando en el circular parnaso de sentimientos y Santísimo expuesto y admirando sedentes maternidades acompañado de la muy grata, real e ilustre compañía en la calle íbidem de la recepción hecha llave.Un jueves de cera roja y no tanto calor donde los helados y las barberías del tiempo detenido. Un jueves fugaz y feliz de miradas y conversaciones rápidas, de crónica a pie de calle, de consultas y dudas, de archivo que es la E.G.B. de los archivos y de detalles íntimos. De calles con nombres de calle y ambiente de ciudad con aires de ciudad. Allí estuve por unas horas desdibujando el rictus de mi ser cofrade. Peligrosa duda, feliz tormento.