5 de diciembre de 2009

El muro inventado y la silla despistada

Cuando en 1988 Mijaíl Gorbachov aprovechó el puente de la Inmaculada Constitución para volar a Nueva York y reunirse con unos viejos amigos a los que les comentó que había 'entrado a fondo y de forma fundamental en la construcción de un estado socialista basado en la legitimidad de la ley' hubo quien creyó que estaba empezando a desmantelar uno de los enormes telones de acero que dividían y aún dividen el mundo. Y aunque al final los hechos avalaron la frase, ésta martillea la memoria de manera constante con ideas sueltas pero concisas: estado socialista, legitimidad de la ley, construcción. Tocaba hacer cosas nuevas y construir un estado socialista basado en la legitimidad de la ley lo era. Se ve que antes no; que los estados socialistas anteriores no estaban basados en la legitimidad de la ley. Tan revelador como preocupante.

Para llegar a Moscú había que salir de Privolnoye, que es la manera metafórica de decir que para llegar hay que echar a andar y él afortunadamente lo hizo. El problema es que a España llegó un socialismo menos andariego y se nos encaramó un Presidente amante del disfraz al que las grandes maniobras políticas le gusta trazarlas sentado: se sentó al paso de la bandera de E.E.U.U., se sentó (aislado, solo) en aquella cumbre de la OTAN en la que nadie quiso estar con él y sentado dejó que el Rey mandara callar a Chávez. También sentado impartía sus clases en la Universidad de León en los ochenta pero eso es sólo una anécdota. La cuestión es que sentado uno es capaz de hacer cosas que de pie cuestan más. Es como con un atril, o tras una mesa, o tras una mesa y con un ordenador portátil. Es de manual. Y así, sentado, sólo hay una forma de viajar: en autobús. Estuve tentado de poner en tren por aquello de los de mercancías pero luego pensé que salvo el Talgo de Almería, en otros sitios la cosa está bien. Y por supuesto nada de avión que eso es de ricos y el destino del viaje que hemos emprendido con RZ es hacia el comunismo que dice que todos somos iguales (igual de pobres, digo). Qué simpático es el correo más que reenviado que explica los sistemas económicos con dos vacas: del socialismo dice que tú tienes dos y el Estado te obliga a darle una al vecino y del comunismo que el Estado te quita las dos vacas y te da algo de leche. Cambien vacas por trabajo y leche por subsidio y creerán que estamos en Suiza rodeados de vacas pero no, ni siquiera en Asturias. Estamos en Andalucía, la tres veces moderna ya según la campaña y en la España de la segunda legislatura de Rodríguez.

Subsidios y migajas aparte el problema es que cuando lleguemos nos instalaremos en un limbo preocupante. A Manuel Azaña se le llenaba la boca en el treinta y uno de leyes, de cómo hacerlas, de cómo incorporarlas, de cómo aprobarlas. Era una retórica más de otro tiempo. Gorbachov maquillaba ante sus viejos amigos los desnudos ideales del mundo al que nos lleva RZ afirmando que se había preparado una serie de leyes nuevas y 'confiaban' en que estuvieran en coherencia con los principios más elevados desde el punto de vista de los derechos individuales. Confiamos... Si supieran lo que tranquiliza escuchar al que haces las leyes confiar en que le salgan bien las cosas. Aunque confiar en la Divina Providencia tranquiliza más que releer a Azaña afirmando sin rubor que 'principios tenidos por invulnerables, inspiraciones vigentes durante siglos, a lo mejor se esquilman, se marchitan, se quedan vacíos, se angostan, hasta el punto de que la realidad viviente los hace estallar y los destruye' y es entonces cuando 'hay que tener el valor de reconocerlo y poner a prueba nuestra capacidad de inventar'. Esto será el paso previo a la construcción, supongo. O a la retirada de crucifijos, o a la Ley de Economía Sostenible. Si será por capacidad de inventar. O de despistar.

Fotografía: Público.es