31 de enero de 2010

Cartel en flor

Cartelito, premio sin dinero, clic sin cheque, impresión doble, aplausos y placa o vete tú a saber lo que le dieron. El viernes Dani parió su primer cartel. Después de engendrarle uno a María Molina a lo vientre de alquiler en forma de blog. Un cartel que nos descubre como pechinas y un órgano hueco. Una impresión defectuosa o deficitaria y una fotografía que gusta y han cargado de letras torcidas y retorcidas. El primer cartel de Dani, Dani Pérez, recargado de lecturas que no se ven o que se ven pero no se saben leer o que se leen pero no entendemos o somos incapaces de descifrar bajo el crucero. El misterio es una luz, colores, sobre un paso como tronco/raíz de madera que florece en piedra y nervios. Historia y grandeza, efímero todo, fugaz como cera, leve como plisados de la túnica. Remarcado como el gesto de Judas, pelirrojo, inconcluso como el paso. En el aniversario todo está hecho y todo está por hacer. La vida, el ciclo incesante y repetitivo, ¿monótono?, periódico de acontecimientos que aguardamos y saboreamos anunciando. El cartel de Dani anuncia este año tantas cosas que me alegro por él.

La primavera que apareció anunciada la semana pasada en un cartel a la vuelta del Sepulcro está ya a la vuelta de la esquina y en este huerto se andan revolucionando los árboles locos por escupir esa fruta rectangular que saboreamos detrás de los cristales. El viernes cayó una naranja del naranjo con la gravedad de una capilla y unas paredes anaranjadas. Dani posa en el huerto, aperos aparte, y elegancia vertical con la ilusión de renovar papel. Se ha dejado la barba que no se quita desde la Feria e idea el compromiso perdido del trípode que no fue cartel este año por las horas. La gente haría palmas cuando lo descubrieran; no lo sé, no fui. Lo veo ahora recibiendo elogios en Facebook, Tuenti y foros como moneda de amigo y aporto blogs a las gratitudes/felicitaciones. No es lo mejor de Dani. Por eso miro con alegría al futuro.