24 de febrero de 2010

¿Que corran?

Corren malos tiempos ahora que los condes conducen borrachos y a mi las canas se me caen, que se me resbalan por las mejillas. Pese al sol. Aunque se agradece cerrarle los ojos y respirar las calles con gente extraña, las mañanas son bocanadas de aire que le quito a otro y unos sueños con cara de sueño, Soplando virutas de cesped recién cortado con el que otros han hecho un mueble o barriendo las ilusiones en la peluquería. Siempre era un personaje el que barría en las peluquerías de otro tiempo aunque el hambre empieza a ser la misma. España es otra, que también es la misma, vamos. Y nos vamos dejando llevar como guijarros o chinorros. Hay ganas de playa, de sal. De espuma. El sol a veces parece suizo, oye, con ese complejo de reloj. Cuando era temprano, mientras desayunaba, un verano como el pasado me dio por atender en el mostrador mientras desayunaba. Cuando regresaba yo volvía a casa inmensamente feliz. Como la noche que me sentí dueño del mundo hasta que cerré una mano como un comunista con el puño levantado y supe que esa felicidad tenía que acabar. Esa noche yo me dije los motivos por los que merecía la pena todo. Ahora me los recuerdo a diario, cuando el segundero de calor me avisa y cuando amanezco con las ediciones digitales de los antiguos diarios. Corren malos tiempos y yo soy inmensamente feliz. Eso me asusta; si soplaran los vientos tal vez pero ¿hoy? Al barco le cruje la madera que también asusta y sonrío al mirar un crucifijo. Tanto oro y tanta plata en el mar, según las horas, me recuerda a los templos humeantes a la hora de cerrar. Así navegamos/naufragamos aferrándonos a pesados clavos que me da a mi que no nos ayudan a flotar. Afortunadamente el agua templa la sed de calor del clavo ardiendo y se puede asir y enarbolar y ondear aquella bandera sin tela con la que el náufrago iluso avisa al miope capitán del crucero. Yo los veo desde mi ventana, antes de salir, antes de saber de vientos, como los viejos, y adelantarme al reloj para darme un baño acompañado de la gloria del Padre. Corren malos tiempos y algo dentro de mi me dice que no merece hacer por alcanzarlos. Déjalos, si quieren correr que corran; entonces soy feliz. Aunque a veces miro, me fijo y despierto del sueño en el que capitaneo un crucero y veo a los malos tiempos correr, sí, pero hacia mi.