Acaba de llegar a la ciudad del spaghetti western un forajido famoso en el mundo entero por los tipos a los que ha mandado al hoyo. De costa a costa se le conoce por mandar a criar malvas al pozo de la segunda a todo al que se le cruza en su camino y que firma los contratos con labia de gaucho. También dicen de él que es como un chamarilero que vive de las cosas usadas. Así llega John E. Lillo a esta ciudad arrasada por la banda del mejicano. Yo es que he estado unos días fuera por asuntos de negocios pero el panorama que me he encontrado ha sido desolador. Las mujeres llorando y los niños asustados. Parece que los hombres se han despertado del sueño y la vida a este lado del río es dura a pesar de los sueños de colonos con que llegaron y los brillos del oro que creyeron adivinar en el horizonte de la primera. La bofetada de realidad de este año está siendo tal que el dinero escasea a este lado del río y se rumorea que el gringo quiere llevarse lo poco que queda al otro lado. Que pasado el Texas Hollywoood es capaz de implantar el equipo de desarraigados del que tanto se habla en blogs y foros pero cuya mina no da oro desde que el viejo Unay se llevó la última onza. Que esto es una tierra difícil en la que hace falta abono, mucho abono que no llega, y que el viejo continente futbolístico está muy lejos del saloon. Esta ciudad está hecha a mascar tabaco que es como mejor se apoda al vecino aunque a este forajido lo acompaña en la cartuchera un apodo. John E. Lillo es Juan 'Malillo' como Henry McCarty fue Billy el niño (the Kid, me corrige una amiga filóloga) y dejará a su paso fantasmas entre fachadas de decorado. De exteriores. Por lo pronto lleva cuatro muescas en su cinto de dos duelos.
Fotografía: EL MUNDO