En la plaza de Canalejas duerme todas las noches un guiri sin que nadie lo vea. Lennon le ha quitado el banco así que él se duerme al calor de la hoguera que encendieron en el 36 donde las banderas. Se coge sus cuatro cosas que le son comúnes a los de su clase y se tumba al frío sobre el frío. Es así como rubito de haber sido niño rubito sin penas creo que en Italia. Por el acento lo es de allí, a ojo. Pero ahora sí tiene problemas. Por eso se duerme mirando al cielo de la plaza de Canalejas antes de que la limpien y se levanta antes de la primera misa en Santiago. Entonces llega el sol a la plaza de Canalejas pero él ya no está. Regresará cuando no haya sol, tibia luz que lo caliente ahora que se quedó sin la leche caliente. Se llama Remo. Yo lo entiendo así cuando chapurrea miserias y se cierra al día como el galán de noche que fue alguno de sus antepasados cuando era niño rubito, allí, en Italia. Tiene un carnet de sindicalista de boquilla. Habla de la vida que parece que lo pisotea a él pero en verdad es él el que pisa las losas sucias de la plaza antes de que la manguera de pago arrastre las cosas negras. Y se aprovecha de las comodidades en un banco pagado con el dinero de todos. Eso sí, Remo es poco de hablar como las palomas, cebadas al aliento común del pan y los gusanitos que se van cayendo de los carros que las gitanas pasean con niños. Remo es más de otros vuelos. O de otros animales. Aunque los animales como él acaban todos en el mismo sitio, carne de cañón, carne de matadero, sangre lenta que le sacan en vida para que su carne se pueda comer en el blog. Si el amor es una loba, Remo se quedó sin teta de la que mamar cuando dejó de ser niño rubito sin penas. Dice que Rómulo se lo llevó todo. Que se llevó la leche, se llevó la teta y se llevó la loba. Entonces su hermano allanó las colinas, las siete colinas de Roma y fundó la ciudad pero Remo cree que lo que ahondó fue el cauce del Tíber y se quedó la ciudad sin fundar y luego todo fue un valle de lágrimas fértiles de las que brotaron árboles de frutos de color rojo que volvían a gotear sobre la tierra. Y ese día la tierra se hizo blanda y se hizo fango y Goya, que pasaba por allí, tiró de pincel y soñó con Remo el regreso de Rómulo. Yo escucho a Remo contarme estas cosas y me estremezco casi como si el frío que lo estremece a él de madrugada fuera la leche que me he he bebido esta mañana. Así que dejo a Remo conformarse con el ladrido de un perro ridículo en un balcón. No me queda otra cosa, dice. No es el aullido de Luperca pero este banco tampoco es una cama. Remo, ahí te quedas, que yo también tengo lo mío. Eso sí, para mí que Roma la fundaste tú, diga lo que diga la Wikipedia.