25 de abril de 2010

El caracol de los Molinos de viento

Dani Pérez y José Antonio Peralta viendo el misterio de la Coronación en la calle Pilares

Por la plaza de San Luis ahora pasan menos coches pero mañana pasarán más. Vamos en taxi al barrio que poco visitamos con la calma de ver a lo lejos el paso por la soleada carretera de Níjar. Esta Cuaresma se ha tirado de taxi con pólvora de rey y hoy Martes recurrimos a ella con la felicidad de la intensidad remansada. Agotadas las vísperas, empezado a terminarse todo y confirmada la consumación nos encontramos en la calle Pilares con Dani y José Antonio,que suelen ser los que hacen las fotos que luego aquí uso. Hace sol y la cofradía sale de su barrio con su barrio a cuestas. Como un caracol. El barrio acompaña a su manera a la cofradía que me gusta, oye. Menuda papeleta la de ir y luego venir. Con estas visitas toma uno conciencia de la realidad y el misterio se va andando de largo en busca de la carrera del Perú. Qué de sol se desparrama entre la hojarasca que distingo, de lejos, en la talla del canasto de este paso. Detrás va una agrupación que no para de tocar y muchos cochecitos con niños encima que maman la Semana Santa de su barrio a su manera, que es la manera que tiene este barrio de acompañar a su cofradía. Luego con Carlos Galisteo salgo de la bañera de la duda y me dejo secar a este sol de barrio y viento (hoy se acaba) de la calle Pilares. Los Molinos no da para mucho más, aquí las casas son de una o dos plantas. No como en esos barrios de bloques y eso se traduce en lo populoso que se planta uno en la calle. Esta de los Molinos, al menos, lo hace con una gratísima riqueza interior que hace mirar a la cofradía con orgullo. Me gusta. Luego pasa el palio. Al frente pasa Carlos Galisteo, que se lo lleva de sol a sol y más cochecitos.

La segunda parte es un retraso para entrar en la Carrera oficial o eso parece. De todas formas luego se agradece porque es el tiempo justo para que pase el Amor por la Puerta de Purchena y ambas cofradías se encuentren de lejos y se eviten las soluciones tempraneras. En la calle Murcia no veo la cofradía. Las obligaciones me permiten verla a la altura del Alcázar con mis sobrinos pero a la calle Murcia no llego. Me dicen que hubo mucha gente allí este año. La cosa, luego, cambia en los terrenos alejados. Entonces la cofradía se pliega sobre sí misma, de nuevo, como el caracol que es y se pone a subir y subir y subir hasta llegar al Seminario donde ya nadie espera y sigue y sigue y sigue hasta que entra. Es un ejemplo de Martes Santo, de distancia y de hermandad lo que ha pasado por aquí llevándose las capas a otro lado y poniendo a mucha gente el mira tú en la boca.