16 de mayo de 2010

Al Rocío se va por la calle Real

La carreta por la calle Real. José Antonio Peralta

Es una luz tranquila la que se desparrama cerca de la glorieta que tenía Eugenio Sartorius en la plaza de San Pedro, aquel Gobernador civil que tuvimos. Se le han plantado los bueyes subiendo por Siloy y el Simpecado de la Hermandad de Almería ha salido de la parroquia y parroquianos. Ayer que se estaba yendo ya Almería al Rocío salieron la carreta y gente detrás. El recorrido ha sido largo, experiencia primera en el arte renovado del cansancio. Hasta las tres o así se ha llevado el bullicioso cortejo visitando iglesias, estandartes y varas. Hasta un convento. La que es especial es especial, la que le pone cariño es la que le pone cariño y la que lo hace bien es la que lo hace bien. El resto ha venido después de Santiago. Por el Paseo se remansa y place la tertulia. Hay muchos fotógrafos de los de pasión y uno eventual. Aparece Jorge Ponce con su estética indescriptible e inimitable y me habla en las banderas de la plaza Flores de que si él fuera presidente del gobierno o gobernara el país de cualquier forma por ilegítima que fuera, impediría el progreso. Por eso está hoy aquí, porque la carreta va tirada por bueyes. Como tiene que ser, dice. Luego me han contado historias de Ramón Jerez, que hacía carros enfrente del cuartel de la Misericordia y de otro que arreglaba no sé qué cosas enfrente de la Gloria. En torno a los bueyes además de órdenes se habla de cosas que gusta escuchar. Así esperábamos que las Puras viesen la carreta y lo que llevaba dentro. La cuesta inversa con mucho más sol y la patrona como un recuerdo lejano ya.

Abro paréntesis para Raquel y su apellido. Se trabaja el cargo y se divide y se multiplica y se hace lo que haga falta. Me la encuentro lo mismo en todas las mesas un rato que de aquí para allá que en la esquina con San Indalecio cuando apenas queda gente y sí una estrechez que desafía a la geometría animal de la yunta. Quizá no esté aquí sino en la Catedral, con dos canónigos muy sonrientes o entonando la Salve en el compás del convento de las Puras o no está en ningún lado. No, al menos, en primera fila sino oculta tras un parapeto de romeros tras los que ver sin ser vista. Magníficas sus cinco primeras horas en la calle. Cierro paréntesis.

He escuchado las mismas sevillanas de siempre y a Rosi le han dado un cuadro por abrir las puertas de su casa, los balcones y el terrao para que el Simpecado se llevase su primera petalada la primera vez que pasaba por la calle Real. Hacia arriba los balcones vibraban como la alfombra más blanca que roja que espolvoreaban los niños recién recogidos del suelo los pétalos recién caídos de los balcones y el terrao de Rosi. Ha sido muy bonito aunque a la calle Real le falta un vecino que se exilió voluntariamente. Ahora es un solar la casa última que tuvo Rafa el peluquero en esta calle y quizá él ve las cosas por las hojas de los árboles que le crecen frondosamente al solar que urgía construcción de lofts pero la calle sin él en un balcón parece menos calle. Y el Rocío ha pasado por esta calle Real por la que pasan las cofradías sin Rafa a la sombra de sus persianas. Sombra, un poco, en San Indalecio. Era la primera vez que la carreta pasaba por Lope de Vega, por San Indalecio y por Cervantes y ha pasado con bueyes y trabajo, saltándole el esmalte a esas uñas redondas que peleaban contra los bordillos y crujían frente a las aceras. Luego margaritas a los pies de Richoly, la casa de doña Carmen Góngora, la UNED, las Claras, la calle Ancha arriba. Casi todo novedad antes de un regreso esperado a los soportales y familia esparcida en mesas. Yo me vine. Tengan un gran Rocío.