9 de mayo de 2010

Crónica dominical y final de las Cruces

Pepe Carmona en la Cruz de los Estudiantes

Ya he escrito mucho de lo que pienso/siento de las Cruces por mayo de otro año así que viene esta crónica dominical a ser un poco por escrito cómo se han vivido en mis carnes las de este año, todo tapas de lomo y croquetas salvo alguna concesión hedonista al respetable en forma de cuña y queso. Yo que no me he movido del entorno de tres o cuatro Cruces. Sepan. Todo comenzó una tarde florida, crónica de aquel día así que sigo por donde nos quedamos, que siguieron escarceos variopintos y cromatismo de papel. Por ejemplo ayer fueron amarillos unos, verdes otros y blancos los que más. Los tiques, esos pequeños artilugios que te abren la ración y la botella, el servicio mal servido y la miseria. En el Silencio volaron como en el carnaval florido de mayo, que es el recurso más a mano del inicio de este mes y aunque no había croquetas, mejor así. Con el hambre se aprende a pedir tapas que lleven pan para que al menos lleven algo no vaya a ser que te pase como al que pidió una vez un pincho y cuando le pusieron un pincho y reclamó indignado la unidad escasa de presencia del plato le respondieron sin alterarse desde el otro lado de la barra que si no sabía contar, que un pincho era un pincho. Uno y punto. Así se manifiestan los difuntos de la fiesta estos días. Se les invoca con un tique en la mano y ellos vienen del más allá. Uno que te vio prefirió seguir comiendo en su mundo ideal de grifos y frigoríficos y otro viene y te da el disgusto de las tapas que ya no hay y que alguien se olvidó de tachar. Ayer se repartió el papeleo entre la Soledad, el Silencio y el Prendimiento.

Llegamos tarde. Isa en un escalón, en una tienda sentada y adentro huecos que se está jugando la liga en los oídos de algunos presentes con auriculares. Las tapas van y vienen con la bebida que es donde yo abuso del queso, unas veces más, unas veces menos. Recordamos lo del otro día, en otras paredes, que eran naranjas y otros caliches, hablando de cofradías a gritos en una competición con la mesa de al lado que nos ganó porque lo que se mama se lleva de ventaja. Un día de Cruces Rafa El Coletas terminó convidando a unos americanos. Ayer la fiesta terminó con una mesa rota, un crío que dejó un reguero de tapas y papillas hasta que hizo hueco para seguir bebiendo y una casa de color rosa a mi espalda. Me dejé allí metido a Pepe Carmona y a una divertida caterva. Lo del micrófono fue idea buena que divirtió al personal hasta el extremo de seguir allí la gente cuando otros ya fregaban. En el Prendimiento, en cambio, una conga de delantales y un hombre con una peluca naranja recorrían la inmensidad vacía de su Cruz como si estuvieran contentos. Al poco a Dani Oyonarte le cantaban en el patio de la UNED unas sevillanas para que se gustase con el cajón antes de irse a estudiar y las copas, los tubos esos largos que de lejos parecen refrescos le brotaron al patio que empezaba a refrescar. Los Cañas le ponían mesura rociera a los que ya empezaban a pedir lo que no procedía y en el Silencio coincidencia simpática y lleno absoluto de sus paredes decoradas con tiestos de cartón y lunares y geranios de papel. Ver a Luis Pelegrín es de cohetes -que los tiro- y medio concertamos un futuro café. Ah. Y pasé por la Cena pero tropecé con un gilipollas y caí rodando por la calle del Lectoral Sirvent. Cuando me repuse del susto estaba ya comprando tabaco por encargo y soportando a uno que es muy pesado y al que cometí la torpeza de ponerle un vaso largo en una mano. Fueron las campanadas que me hicieron caer en la cuenta de que debía de haberme acostado lo menos una horita antes de lo que lo hice.