28 de junio de 2010

Aparece lo primero, tras el robo

El Prendimiento de Cristo. Caravaggio

La casa de hermandad del Prendimiento es palacio, dicen, como fue patio de vecinos y carreras desprovistas de miedo al cimbreo de un suelo hueco y viejo. Para mí que todavía andaba Miguel Úbeda por allí. El suelo de aquella primera planta era de un marrón cortijero y a cada puerta, luego, le seguían losas de casa antigua. Me acuerdo de las losas negras y blancas que repartían la incipiente vida de hermandad cuando enfrente aún tallaba Manolo Llamas. Me acuerdo de que al entrar en lo primero que ocupaba la hermandad, a mano izquierda, había una ventana y una mesa muy curiosa que daba la bienvenida con un extremo ocupado por una imagen de San Ramón Nonato, mercedario el hombre, un Crucificado en el centro y una Biblia ilustrada. Aquella Biblia siempre, y siempre es poco, estaba abierta por una página cualquiera que permitía ver una estampa con la crecí en lo cofrade, repleta de romanos de anacrónicas defensas y armaduras, brazos alzados e hirientes, ofensivos contra un atribulado y pálido Cristo que recibe un beso. Lo había pintado Caravaggio por el XVII o así y hace un par de años que andaba desaparecido tras el robo al que fue sometido. Ahora lo han recuperado en Berlín y yo me he acordado de que, al entrar en la casa de hermandad del Prendimiento, era siempre lo primero que se veía.