TVE acaba de perderme en los madrugones de julio por no respetar mis tradiciones. Así de claro. Quitarme a mí los buenos días de Javier Solano hablando de una gandería es retirarme el saludo, quitarme las ganas de ser audiencia, un paren aquí, que me bajo. Así de claro. No puede uno mirar cuatro moscas debajo de una lámpara impasible ante la voz a la que uno ha ligado sus madrugones frescos de julio. Yo no he visto nunca un encierro si antes no me lo ha contado él y me ha preparado el cuerpo para adivinar el futuro repetido en decenas de encierros similares de esa misma ganadería. Pase que le metan otras voces a su obra de teatro. Pase que le metan con calzador la imitación a otras cadenas que retransmitían los encierros de otra manera pero no pase que yo contribuya a que el parecer me reste lo que es mi ser de julio. Yo veo los encierros por TVE porque luego me los cuenta Javier Solano; si no es así, la cuenta, que me voy.
San Fermín ponía su bendición en el cántico y Javier Solano su dicción. Ahora leo que es por dinero, que TVE decide pagar menos a más. Se veía venir cuando el calzador se metió en forma de mucha gente para tan poco encierro y llegaron voces que no eran ya el despertador de las mañanas de canícula y toros; la persiana de rayos de sol oblicuos en los corrales de la cuesta de Santo Domingo ya no subía igual pero aún uno podía asomarse feliz al vecindario ruidoso y callejero repleto de australianos carne de pitón. Con lo que ha sido TVE y los complejos con los que no está sabiendo envejecer. TVE era digna, grande, pesada, vieja, un soldado en la reserva al que, de repente, se le metió en la cabeza la idea de irse a pegar tiros a una guerra que no era la suya y empezó a meter sillas en el set, y luego llegaron las tetas. Fueron pasando presentadoras que hablan poco pero aportan cimbreo mamario -aunque mesurado- y paridad a sus conexiones y empezaron a sentarse borregos de blanca camisa y verborrea que algo esconde. Tal vez ignorancia. Qué poca dignidad. Ahora TVE se queda sin competencia, recuperará la audiencia que perdió cuando a Cuatro le entró el furor de apostar por todo lo que tuviera que ver con el color de su mosca pero a la par que gana en eso pierde esencia. Nadie es imprescindible, pensará el jefe o el responsable o el director o lo que sea que lleve lo de los Sanfermines en aquella casa, Javier, y tú lo sabes. En estos momentos no podemos atender tus demandas económicas (sean las que sean a menos que sean menos, claro). Nadie es imprescindible. Lo sé. Por eso yo también me voy. Tal vez la audiencia no se resienta: un espectador menos lo compensa un espectador más. Ahora a Javier Solano no le quedará otra que ver los toros desdela barrera, un balcón, que sabemos que no son más de 15 segundos. Tal vez luego siga el encierro por TVE.
San Fermín ponía su bendición en el cántico y Javier Solano su dicción. Ahora leo que es por dinero, que TVE decide pagar menos a más. Se veía venir cuando el calzador se metió en forma de mucha gente para tan poco encierro y llegaron voces que no eran ya el despertador de las mañanas de canícula y toros; la persiana de rayos de sol oblicuos en los corrales de la cuesta de Santo Domingo ya no subía igual pero aún uno podía asomarse feliz al vecindario ruidoso y callejero repleto de australianos carne de pitón. Con lo que ha sido TVE y los complejos con los que no está sabiendo envejecer. TVE era digna, grande, pesada, vieja, un soldado en la reserva al que, de repente, se le metió en la cabeza la idea de irse a pegar tiros a una guerra que no era la suya y empezó a meter sillas en el set, y luego llegaron las tetas. Fueron pasando presentadoras que hablan poco pero aportan cimbreo mamario -aunque mesurado- y paridad a sus conexiones y empezaron a sentarse borregos de blanca camisa y verborrea que algo esconde. Tal vez ignorancia. Qué poca dignidad. Ahora TVE se queda sin competencia, recuperará la audiencia que perdió cuando a Cuatro le entró el furor de apostar por todo lo que tuviera que ver con el color de su mosca pero a la par que gana en eso pierde esencia. Nadie es imprescindible, pensará el jefe o el responsable o el director o lo que sea que lleve lo de los Sanfermines en aquella casa, Javier, y tú lo sabes. En estos momentos no podemos atender tus demandas económicas (sean las que sean a menos que sean menos, claro). Nadie es imprescindible. Lo sé. Por eso yo también me voy. Tal vez la audiencia no se resienta: un espectador menos lo compensa un espectador más. Ahora a Javier Solano no le quedará otra que ver los toros desde