7 de agosto de 2010

La que vence al público duro

Nazarenos de la Soledad en la calle Jovellanos. Javi SLH

A la Soledad la vemos pasar como vemos alejarse el suspiro de un Viernes Santo. Sabes que verle el manto es el abismo de un largo año por delante. Pienso en estas cosas con una botellita de agua que oscila en mis manos en una conversación. No sé nada de la Soledad hasta que se angosta en el Cubo el misterio. Allí estoy yo con mi suegra. El misterio pasa, pasa, pasa, pasa, bueno, vale, ya pasó, venga de frente. Y se lo lleva Félix al pino de los Seises aunque lo para un poco antes también. La ciudad se lo perdona o tal vez ni se lo tiene en cuenta. Con la Soledad en la calle los muros invisibles que trazan el graderío de la afición sólo dejan dentro a los melómanos y los flamencólogos; a la Soledad la gente le quiere saetas. Este año las canta un ruso con bigote mientras Churchill disfraza un palermo. Magnífica faena en el coso de esta cofradía y los del Morato, todos contentos. Luis Criado, por decir un nombre visible de esto que es ahora la Soledad en la calle, mucha gente con un concepto entre manos y el gusto entre ceja y ceja, ha sabido dejar actuar a los que han sabido actuar y a la Soledad se le ha cantado mejor que nunca aunque un poco peor que el año que viene. Luego veo por fotografías que así se va con un giro y otro cuando baja por la calle Ancha —que el año que viene cumplirá 200 años— esta cofradía que ha bajado de las aceras al público duro del Viernes. Luis Criado recibe otro aplauso (in)merecido, vaya usted a saber. Los logros empiezan a ser tantos que asusta la velocidad vertiginosa de esta Soledad de cuño actual y poso eterno. Me encuentro a alguien con otra botellita y le apuro el agua a cambio de ser yo el que viaje a la papelera. Y me escapo de la tediosa crónica de turno de quien piensa que me interesa su opinión. Me escapo y retuerzo la toalla de la Semana sacándole las gotas de excelencia a la misma en la recogida que pillo de milagro. Esta es visión rápida de una recogida que me gusta. El paso ha entrado un año más con eso que lleva por delante y que a Jorge Alonso le gusta tanto y a mí tan poco. La cofradía ya está dentro, a oscuras y sonrisas radiantes de felicidad mientras al paso de la Virgen por excelencia de la Semana Santa de Almería le bajan piezas o cosas o candeleros como la mujer guapa se quita las joyas al llegar a casa. Durante unos minutos yo le sujeto una de esas joyas. Es un Viernes Santo de pies descalzos y frío suelo, de vuelta a casa por la calle de las Tiendas con una familia y un hijo que, pronto, en LIBREA, disfrutaremos con esto mismo pero a su manera. O lo que es lo mismo: más y mejor.