Especialistas en huesos estudian restos de la Memoria Historica en la Universidad autonoma de Madrid. Ángel Navarrete
Es que ahora, así, sobre esa mesa, ya la cosa parece otra cosa. Ahora es más fácil imaginárselo o ponerse en su pellejo, ese que le falta pero no cuesta ponerle. Yo me lo imagino moreno y serio, desconfiado, poco alfabetizado para no desentonar con la época. Me lo imagno fusilado, carta redactada, las mismas siete palabras de siempre. Con sus dolencias, sus preocupaciones, su tos, sus seres queridos, las putadas que hizo y las que le quedaron por hacer porque a él le cayó una definitiva perdida en un paraje. Quizá lo último que escuchó fue una detonación entre risas y chicharras. O tal vez no sonriera el que apretó el gatillo y casi fuera tan víctima como él. O tal vez no fue en verano. A saber. Cualquiera sabe de su pelo que muy pronto he dicho yo que tal vez fuera morocho de una Argentina que sólo conocía por discos de pizarra con tangos lejanos. Rubito de Comunión y ángel puede ser. ¿Por qué no? El fango de los pantanos que dejó el Régimen lo enfanga todo y la tierra quiebra los huesos al peso. Lo mismo el científico quiebra al peso de la política de ahora y le pone un brazo con el que nunca se la meneó el moreno o el rubito de Comunión en su afán de desenterrar huesos como el perro, lengua colgante y roja, mirada de perro, caricia de amo. No sé. No me aclaro. El caso es que al verte, ahora, así, sobre la mesa, ya la cosa parece otra cosa.