Anoche entretenimiento bajando la rampa. Salía la Virgen de los Desamparados que la bajaba por Oliveros y otros barrios que no son barrios ni son nada. Son calles y avenidas de cuando Almería empezaba a querer tirar los puentes. Por ahí iba a ir la Virgen de los Desamparados que le tiene el cariño cogido a su barrio y no pierde ocasión de transitarlo. Como ayer, que fue hasta la plaza de Barcelona. Yo creo que, aunque de refilón, era la primera vez que la estación veía un palio. Qué cosas pasan a finales de octubre, oiga. Eso sí, había mucha gente, que fue a menos, también es cierto. Pero la Virgen salió con mucha gente. Lo mismo la gente se le fue cuando la Virgen entró en las jesuitinas. La Virgen llegó al Liceo con olor a tostadas. Pero era de noche y por eso no se escuchaba a los niños del colegio gritando en el patio. Por General Moscardó —tanto nombre para tan poca calle— ya luego la procesión se vio como de transición y finalmente entró. Venga a subir y bajar el dragón de plata de Ramón León para un palio que toda la noche fue comandado por un montón de gente. Todos los capataces y auxiliares del Cristo y de la Virgen iban anoche con el palio. Y el palio lo tuvieron que haber montado mejor los priostes porque se movía mejor que ningún Lunes Santo. Ese palio que siempre se había movido mal ayer se movió bien, por fin. Habrán dado con la tecla (esperemos) así que lo próximo lo mismo dan el salto a las proporciones. Eso sí, se volvió a confirmar que es una de las mejores candelerías replanteadas de Almería. Eso poca discusión admite.
Delante de la Virgen iban los acólitos morados de esta cofradía y un pertiguero alto con aire sampedroniano. Allí se olía a incienso en forma de nubes de nostalgia. La luz del barrio hizo mucho y bien a las nubes de incienso. Aquello no olía mal. Y las presidencias habituales con las presencias habituales: los hermanos mayores a los que quiera esta misma Virgen de los Desamparados que mañana ilumine en lo de elegir al pregonero. Pero sin irnos por las ramas de los muchos árboles del barrio: qué de vestidores allí por allí. Y de floristas. Rogelio Fernández, discreto como siempre, respondía gustoso y tímido a quien le preguntaba. Qué pena que no me acuerde de esas rosas enormes que no eran rosas. Eran, me dijeron o eso recuerdo, como coles, abiertas las hojas, los pétalos, uno a uno. Me corregía Álvaro Abril y me decía exactamente lo que era. Él lo ha usado, decía, pero yo no lo recuerdo. Pero qué bien quedaba y qué elegante fue puesto. Y qué buena compañía le hacía a los nardos tardíos. Pincelada de gloria para una dolorosa que ayer lo salió un poco menos. Sin puñal y todo. Y mucha joya. Qué bonita es la corona, qué impresionante es la saya, qué original la idea del manto que era uno y que eran dos. Qué seriedad preciosa la de esta dolorosa de boca cerrada y comisuras eternas. Qué bien plasmó Juan Antonio Barrios el tocado que diseñó para la ocasión Luis Álvarez Duarte. Qué trabajo el del platero, qué joya la de la bordadora sobre pisadas rojas. Que bien sonó la banda de Sorbas. Qué bien se movió el palio. Ya digo, el palio lo tuvieron que haber montado mejor los priostes porque se movía mejor que ningún Lunes Santo. A Pasión, eso sí, que se lo haga mirar. Mañana, si eso, que pida cita en el ambulatorio que hay al lado de la parroquia. Habia ayer quien me paraba como si me interesasen sus opiniones para decirme cosas de los integrantes de la cuadrilla. Tanto para que, al final, cuatro, se quedasen con tan poco.