Al salón de plenos de las cañas verdes en el falso techo nos llegamos buscándole un altavoz a la sala repleta de cofrades. El Rey pintado, el alcalde echando mano a los bolsillos, los hermanos mayores aburridos muchos. O mirando a la puerta. Enfrente la política y en el patio de butacas del corral de comedias los cofrades de a pie de pie. Los tardíos felices sin asiento, claro, que otros lo estaban sentados para asistir a todo y no se han podido ahorrar lo que habrá venido después de los diez correctísimos minutos de José María Campos. Eso por puntuales. Y para unos y para otros le llegó al día y al mes de enero y a todas estas vísperas que son antes de ser la Cuaresma el cartel que, por cierto, me ha gustado lo que viene siendo poco tirando a muy poco. Pero al resto de la gente sí le ha gustado lo que viene siendo más tirando a mucho más porque se le hacía tarde a cada uno para hacer palmas cuando lo han enseñado. Conclusión: el éxito lo tiene garantizado la empresa anunciadora aunque muy bien, lo que viene siendo muy bien no sé yo si anuncia lo que se quiere anunciar. Pero quizá es porque tampoco sé qué es lo que se quiere anunciar. Creo que no es la Semana Santa de Almería pero no me hagan mucho caso que lo mismo me confundí de acto y llegamos al salón de plenos cuando se debatían los presupuestos municipales o se repartían los ediles las sillas que se sortean en unos meses.
En la Catedral luego he echado un piti con el autor de la fotografía, él que iba al Sagrario, y con él que hemos hablado del cartel, que digo yo, Víctor, que te he visto fotos mejores. A mí el cartel no me gusta y esas cosas que se le dicen a uno que ha ganado un concurso que es muy poco tal o que si lo es que, ahora que lo pienso, sí que lo es, premia de todo menos la calidad. ¿Y la foto aquella? pues ya ves, es que esa no la podía presentar por lo de los cinco años, ah, claro. Y así al bosque cartelístico a la Agrupación se le ha quedado un claro entre los pinos con otro cartel feo que sirve de poco y dice menos. Feo, claro, pero no tanto como los regalos con los que atosigan a los premiados; al menos el cartel tiene dos monumentos en piedra y plata, que la corona imperial de Navas Parejo no tiene precio y lo mismo el telón del fondo termina siendo un hotel pero poco más. Así que, nada, a ver el cartel lo que nos queda de vida y que la flauta suene ya otro año que, este, tampoco han dado un do de pecho y mira que con el cartel no paran de dar la nota.
En la Catedral luego he echado un piti con el autor de la fotografía, él que iba al Sagrario, y con él que hemos hablado del cartel, que digo yo, Víctor, que te he visto fotos mejores. A mí el cartel no me gusta y esas cosas que se le dicen a uno que ha ganado un concurso que es muy poco tal o que si lo es que, ahora que lo pienso, sí que lo es, premia de todo menos la calidad. ¿Y la foto aquella? pues ya ves, es que esa no la podía presentar por lo de los cinco años, ah, claro. Y así al bosque cartelístico a la Agrupación se le ha quedado un claro entre los pinos con otro cartel feo que sirve de poco y dice menos. Feo, claro, pero no tanto como los regalos con los que atosigan a los premiados; al menos el cartel tiene dos monumentos en piedra y plata, que la corona imperial de Navas Parejo no tiene precio y lo mismo el telón del fondo termina siendo un hotel pero poco más. Así que, nada, a ver el cartel lo que nos queda de vida y que la flauta suene ya otro año que, este, tampoco han dado un do de pecho y mira que con el cartel no paran de dar la nota.