20 de febrero de 2011

El tanguero y la Esperanza

Los zapatos del tanguero, en la esquina de las Tiendas con Jovellanos, una noche de febrero.

Me vine del ensayo con el hombro hecho al volumen de sus formas de la mitad de América, pliegue cultural donde empieza la cultura, quería decir, y él estaba en la esquina con compañía y sus zapatos de tanguero, de bailar el tango, de agarrarse mientras la compañía hacía con los labios por pintarse y nosotros conversábamos frío arriba, frío abajo, que si de costales, de los costales de antes, los de siempre, los de ahora y los que la gente hace ahora. A todo esto pasándole a la calle costaleros de regreso, cansancio de febrero, noche de ensayo, que yo tardé tres horas de reloj en llegar a la Catedral por donde quiere llegarle a la diócesis el misterio de la Sentencia este año, que el Latas dicen que ha medido y dicen que dice que por ahí le cabe a la calle de las Tiendas un misterio, un palio y yo creo que mucha pericia o menos carteles. Las tres horas se me fueron en saludos y tertulias como la improvisada con el tanguero de los zapatos de escamas y brillo, orgulloso danzarín. Luego hablé con otro, y por el camino saludé a más gente con ganas de cofradías. El tanguero, por su parte, se había ido al Amalia y me iba diciendo por la calle, mientras se alejaba que Fernando Salas es el más mejor. Y luego me contaba cosas de la recogida de Fe y Caridad, que no se la pierde y que a él, la que dice que manda es la Esperanza el Miércoles Santo. Por eso me pongo estos pantalones verdes cuando vengo a sus dominios. Y eso que el Puga ya estaba cerrado mientras pasaba un coche de la policía local de esos nuevos que ahora han estrenado. Y la compañía decía, claro, y el tanguero también y que si esto y que si lo otro que ya hacía frío. Luego lo de las decepciones y el amor que son cosas que parece que van de la mano pero yo los vi alejarse cada uno por su cuenta, por su porción de acera lo que pasa es que por la calle de las Tiendas, camino del Amalia no hay acera o todo es acera y uno confunde las porciones. Yo me vine por Lope de Vega, los vi alejarse y empecé a hablar con alguien que me dio una estampita de la Esperanza que hicieron los del Colegio oficial de Graduados sociales cuando la nombraron como patrona y protectora del mismo. Coño con la Esperanza, a estas horas de la noche, que me tiene revolucionado el barrio.