Trepando. Así subieron. Así alcanzaron la azotea, así llegaron a ser tres manchas sobre la fachada levantando las sospechas del Régimen. Entonces el policía apagó la radio, se les acercó y cacheó a la tía, mientras el tío se iba volviendo de un celeste de habitación de hijo único. A todo esto John Baldessari se iba dejando crecer el mechón blanco que le ponía a la cara triste señales de tráfico. Baldessari es blanco frío del norte, como si hubiera cantado en ABBA pero es de California sin tabla y sus cosas, las cosas que hace, colores como del Paint. Que en el XP se llega por inicio, todos los programas y accesorios. Le pone arandelas de color a unos, redondeles a otros o formas como si brazos fueran color en cuerpo en gama de grises que le quedan sus obras como un Warhol que va a un bautizo. La muchacha, las muchachas en el arte moderno, son de tacones como para Linda Fiorentino cuando provocaba en Jade y yo tenía la edad esa en la que esas cosas me provocaban. Ahora veo que en el bolso lleva ella media vida para, cuando pierda la otra mitad, que le quede algo con lo que buscar una cabina. O ganas con las que llamar. Así que hay de todo sonándole a cascabeles dentro de la piel o el cuero o a saber de qué está hecho cada bolso, las alforjas de la marcha, la cama elástica de las llaves en noche de borrachera.