A falta de imagen, bucle esperancista en forma de cómo me suena ahora la Esperanza.
Me llega de palio desnuda, con lluvia de presencias, y yo le llevo lo que le llevo siempre por su día que soy yo en el verla, en el ir a Ella, el intento, el conato, la explicación, la búsqueda perdida y hallada en el templo. La gente le mira las cosas y yo no sé mucho qué decir después de decir algunas cosas de Ella y no saber muy bien por dónde seguir, que tal vez la quiera por cómo la quieren otros pero eso no es nuevo. La Esperanza es, sencillamente, el corazón que da vida a todo. Todo. Eso es Diástole de adviento, palio verde de la Semana, campanitas redondas que tienen otro nombre y péndulos y caireles, y velas rizás e instituciones y abrazos largos que hay quien le quisiera dar. O la madera afilada, astilla casi, nariz suya, y sus dedos largos. Ella que baja, a Ella que la bajan, paseos por delante, piropo de tarde, cosa antigua, opiniones inertes, de piedra o raices. Como cada 18 de diciembre, allí.